Las partes importantes de las declaraciones del Líder de la Revolución Islámica:

En el momento de su creación, el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica era un grupo de unos cientos de personas. Pero pasado un tiempo, en menos de dos años, se convirtió en una vasta institución militar, con una organización ordenada que formaba brigadas; algo muy importante. Logró organizar unidades militares del orden de la brigada, es decir, superar los grupos pequeños sin denominación para formar pelotones y batallones, y hasta brigadas.

Algo así tuvo lugar. Aquella iniciativa, aquella creación y fortalecimiento fueron algo sin par. Se trata de un fenómeno único; ¡no existe algo así! Y ese fenómeno único y excepcional tuvo continuidad; no se detuvo ahí. No fue cosa de comenzar algo, que creciera un poco y luego se detuviese… ¡no! Aquello ha seguido hasta hoy, de tal manera que, unas cuatro décadas después, tenemos una grandiosa institución defensiva y militar totalmente equipada, que es la mayor organización antiterrorista del mundo. Hoy, el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica es la mayor organización antiterrorista del mundo entero. Es una organización militar bien equipada. Es una organización eficaz e independiente, capaz de hacer cosas que muchos grandes ejércitos del mundo no pueden hacer. Eso, en cuanto a su crecimiento y su creación.

Otra consideración concierne al Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), que constituye un fenómeno atractivo y multifacético. En primer lugar, una de las labores más importantes que ha realizado el CGRI desde el primer día hasta hoy es enfrentar las crisis artificiales creadas por el enemigo. Esto es muy importante. Dejen que saque a colación un episodio histórico: poco antes del triunfo de la Revolución —cerca de un mes antes o, para ser más precisos, a principios de enero del año 79—, se reunieron en una isla francesa llamada Guadalupe los dirigentes de cuatro países —Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania— para una conferencia o, según sus propias palabras, una reunión que después se conoció como la Conferencia de Guadalupe. El tema a tratar en aquella conferencia era la Revolución: la Revolución de Irán, la Revolución Islámica. Se reunieron a discutir qué hacían, ¿qué podían hacer frente a aquella revolución? Claro, veían que estaba triunfando y llegaron a la conclusión de que salvar el régimen títere de los Pahlaví era imposible. Esa era la primera conclusión: que aquello no era posible. No se podía. La segunda conclusión fue el anuncio por ellos mismos de que sí, que aquella revolución iba a triunfar, pero se iba a encontrar con varias crisis —lo dicen los documentos publicados de la conferencia— y ningún gobierno llegado al poder tras la revolución sería capaz de hacer frente a esas crisis. A esa conclusión llegaron. Eso es en resumidas cuentas lo que ha trascendido de aquella conferencia. Todo gobierno que llegara al poder tras la Revolución, dijeron, caería por esas crisis y no podría continuar. Más adelante, salieron los documentos del Nido de los Espías, en los que queda clara la idea de que los occidentales diseñaron una política estratégica para que la Revolución no se afianzara y no pudiera continuar. Aquella política estratégica consistía en crisis sucesivas: incidentes uno detrás de otro. ¡Y fíjense! A principios de la Revolución, tuvimos problemas en el oeste del país; tuvimos problemas en el noroeste, y los tuvimos más o menos en el noreste del país. En otras palabras, había una crisis constante alrededor del país. La noticia de ahora nos aclara la interpretación de qué eran aquellos incidentes. No eran espontáneos: eran aquellas crisis sucesivas. Después de un tiempo, comenzó la guerra con el ataque de Saddam. ¿Y quién logró sofocar aquellas crisis, incidentes y disturbios y salvar al país de aquello? ¿Quién logró salvar del perjuicio de aquellos disturbios a la gente de Kurdistán, a la gente de Baluchistán, a la gente de las distintas regiones del país? ¿Quién consiguió salvar a la gente en Teherán? El CGRI. Fue el CGRI.

Fue el CGRI la organización que echó por tierra aquella política de crisis sucesivas que habían diseñado para entorpecer la Revolución. Fueron ellos quienes apagaron aquel incendio. El objetivo del enemigo era frenar el impulso de la Revolución mediante aquellas crisis y, una vez debilitada la Revolución, organizar un golpe de Estado como el de 1953 y acabar con el asunto. El CGRI evitó esos golpes de Estado. El CGRI no dejó que la política del enemigo neutralizara el movimiento correcto que había emprendido el país. Esa es la razón de tanta animosidad de los occidentales como ven ustedes al CGRI y de que lo nombren siempre con odio y rencor. En fin, este es otro aspecto de lo que ha sido el desempeño del CGRI.

El desempeño del CGRI en la Sagrada Defensa es un capítulo aparte de gran importancia y extensión, sobre el cual se han escrito muchas cosas y sobre el que se han hecho libros e informes muy buenos en los que no voy a entrar. Es en sí mismo un largo capítulo aparte.

Otra parte del desempeño del Cuerpo de Guardianes de la República Islámica (CGRI) es el crecimiento de sus capacidades. El CGRI no se quedó quieto con lo que ya tenía en sí, sino que acrecentó sus capacidades cada día más, tanto con el esfuerzo dentro del propio CGRI como mediante la cooperación interinstitucional que llevó a cabo. Ese aumento de las capacidades no debe verse como un mero almacenamiento de armas, engrosamiento del arsenal e innovación. Lo que implica es la capacidad disuasoria del país, la preservación de la seguridad del país. En el momento en que el enemigo sienta que uno es débil, se ve alentado a atacar; pero cuando sienta que uno es poderoso, incluso si tiene intención de atacar, se ve obligado a recapacitar. Por eso dice [el Corán]: “Para intimidar con ello a los enemigos de Dios y enemigos vuestros” (8:60). Esa preparación, ese potencial en el que se insiste en el Corán es “intimidación de los enemigos de Dios y enemigos vuestros”; es creación de seguridad para el país. De ahí que ustedes vean como durante un tiempo repetían que “la opción militar está sobre la mesa”, y desde hace ya un tiempo eso no se repite: se ha vuelto insustancial, sin valor; entienden que esas palabras carecen de sentido. Eso se debe a las capacidades de ustedes. Cuando ustedes aumentan las capacidades internas, el resultado se ve ahí.

Bien, abordemos ahora la salvaguarda de la Revolución: “Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica”. La primera pregunta que surge es ¿cuál es la característica de la Revolución Islámica que la convierte en blanco de los ataques del enemigo hasta el punto de aparecer la necesidad de disponer de un guardián que la salvaguarde? ¿Qué parte de la Revolución Islámica hace que se alineen los enemigos, visibles y ocultos, y no tengamos más remedio que dotarnos de guardianes que preserven y protejan la Revolución? La respuesta a esa pregunta está clara y es la siguiente: la soberanía política de la Revolución. Islam hay en muchos sitios del mundo. Ahora bien, un Islam al que no le creen problemas los burros de los colonizadores, los explotadores, los arrogantes y las grandes compañías a ellos tampoco les crea problemas. Si bien no es que estén muy a gusto con él, tampoco le dan demasiada importancia. Lo que moviliza al enemigo y hace que se oponga al Islam es la soberanía política del Islam. Y es eso lo que se hizo realidad aquí con el esfuerzo del pueblo iraní y con el liderazgo de aquel hombre único —porque nuestro egregio imam (Jomeiní) era verdaderamente único—, llevando a los enemigos a alinearse en su contra: la soberanía política del Islam.

Bien, la siguiente pregunta es ¿qué característica tiene la soberanía política del Islam que levanta sus suspicacias y los lleva a reaccionar? ¿De qué se trata? Eso es importante; ahí hay que profundizar. Es ahí donde, cuanto más profunda, más precisa y más clara sea nuestra comprensión de la Revolución Islámica, mayor será nuestro afán por salvaguardarla. Por supuesto, si uno quiere discutir sobre esa cuestión, la charla no será ya cosa de una hora o dos. Las características del sistema islámico, de la sociedad islámica y de la política islámica son temas extensos. Yo señalaré solo algunos puntos.

El sistema político del Islam se opone a la opresión y a los opresores; así de sencillo. Tiene como precepto: “Sed enemigos del opresor”. Se nos ha dicho: “Sed enemigos del opresor”. Lo que dejó escrito en su testamento el Príncipe de los Creyentes, personificación del auténtico Islam, a sus seres más queridos en el mundo, sus hijos, es que fueran enemigos de los opresores; que fueran hostiles a los opresores y ayudaran a los oprimidos. Eso, lo primero. Y en fin, si hay en el mundo una política, un sistema, un poder basados en la opresión, es evidente que (ese poder) se opondrá a este sistema político, porque sabe que es su enemigo. El régimen sionista tiene su fundamento en la opresión; está basado esencialmente en la injusticia. Echaron a un pueblo de sus casas, del lugar donde vivían, y no con dinero o pidiéndolo, sino por las armas, mediante la tortura y a porrazos; y se instalaron en su lugar. El fundamento es la injusticia. Pues bien, ese régimen por fuerza estará en contra de un sistema que tiene enmarcada, por encima de sus cabezas, la divisa Sed enemigos del opresor. Es natural.

El sistema islámico se opone a apoderarse de los bienes de las naciones, incluso si esas naciones no son similares en creencias y comportamiento: “Y no dejéis que los malos sentimientos contra un pueblo os lleven a no ser justos” (Sagrado Corán, 5:8). Al tratar con (otros) pueblos, actúen con ecuanimidad y justicia, aunque no compartan sus creencias. Shana’anu qaumin significa “incluso aunque estén en contra de ustedes, en el trato con ellos no deben ser injustos”. Claro, los regímenes cuya conducta se basa en la injusticia están naturalmente en contra. Inglaterra fue un día el país más rico de Europa. ¿De dónde sacó esa fortuna? Del Indostán, de la región oriental más allá del subcontinente indio, de las tierras de Estados Unidos cuando estaban ocupadas por los ingleses… Esa riqueza se obtuvo saqueando los bienes de otros. Francia se convirtió en un país rico y logró realizar actividades científicas. ¿De dónde sacó esa riqueza? De Argelia, de Marruecos, de Túnez y de las zonas donde se instalaron los franceses en África o en América Latina. Y los demás, igual. El modo básico de operar de estos fue la explotación. Como sabían navegar, estaban al lado del mar y podían ir de un lado a otro, consiguieron arrancar sus bienes a los pueblos; primero, mediante tretas y engaños, y luego por las armas. Está claro que esos Estados, esas potencias, esos regímenes están en contra de un sistema cuya base es que no se oprima a las naciones y no se interfiera en sus asuntos. ¿Cómo no va a ser así? Aunque luego tal supuesto analista político se ponga a analizar que si la Revolución Islámica, el sistema islámico y la República Islámica han hecho tal cosa para que tal y cual país estén en su contra. ¿Hace falta un análisis? Pues está claro. La cuestión es la siguiente: el diabólico sistema colonial no puede llevarse bien con un sistema como el islámico.

La siguiente consideración es que el sistema islámico cree en la dignidad del ser humano; el ser humano en tanto que ser humano, no por ser humano de tal región, de tal raza o de tal color: “Y, ciertamente, hemos sido generosos con los seres humanos” (Sagrado Corán, 17:70). Ese es el Corán. El negro de la región de piel negra es también humano, sin que haya diferencia alguna. Esa lógica discriminatoria que los occidentales amplificaron de modo escandaloso, conforme a la cual actuaron y que mantuvieron hasta hoy es totalmente contraria al Corán y al Islam. El sistema islámico se opone a eso. ¿O quieren ustedes que sea amable con el sistema islámico Estados Unidos, donde todavía existe el problema racial doscientos o trescientos años después de la llegada de los occidentales a América—ese régimen, ese sistema—? Al fin y al cabo, el sistema islámico está en contra de esas cosas. Y esa es otra característica».

Hay otra consideración a propósito de esas hostilidades. Si la República Islámica no se hubiera convertido en modelo, esas hostilidades serían menores. Pero la República Islámica se ha convertido en modelo; ha sido pionera. La República Islámica se ha convertido en impulsor de los movimientos de resistencia de esta sensible región. Esa es la cuestión. Una de las cosas importantes es esa también. Vean ustedes; antes del triunfo de la Revolución Islámica, el miserable régimen sionista era capaz de vencer en seis días a los ejércitos de varios países relativamente fuertes a su alrededor: a Egipto, a Siria, a Jordania… En 1967, en la guerra de los Seis Días, el ejército sionista logró vencer a los pertrechados ejércitos de esos tres países y apoderarse de grandes cantidades de su territorio. Tomaron cientos de kilómetros cuadrados del territorio de esos tres países. Lo mismo sucedió en 1973. En aquel entonces, Egipto y Siria consiguieron aprovechar la sorpresa y realizar un movimiento al principio, pero inmediatamente (el ejército sionista) volvió a lograr cercarlos y de nuevo los derrotó. En otras palabras, el régimen sionista era tal que tres países con todos sus ejércitos no podían oponérsele y fueron vencidos por él en seis días. Después de la Revolución Islámica, la cosa llegó a un punto en el que, por más que ese mismo régimen hizo cuanto podía durante treinta y tres días para derrotar a Hezbolá en el Líbano, no fue capaz y se vio obligado a huir de manera deshonrosa. No pudo resistir frente a Hezbolá. La distancia que hay entre antes y después de la Revolución es la que va de la guerra de los Seis Días a la de los Treinta y Tres Días. Hoy, las cosas han llegado a un punto en el que, dentro de los territorios ocupados de Palestina, al oeste del Jordán, los jóvenes mismos actúan y atacan de tal manera que van a dejar y han dejado al régimen sionista incapacitado. Eso es la Revolución. Claro, por fuerza tiene que aparecer hostilidad.

Por fin, permítanme hacerles una última consideración. Son muchos los avances, muchas las labores positivas, y las capacidades crecen día a día. Su señoría el comandante del CGRI ha hecho una buena intervención sobre esas capacidades, describiendo lo que hay. Todo eso está ahí y son quizá muchas más las cosas que hay y que lógicamente no aparecen en los informes, pero quisiera decirles que no se dejen ensoberbecer por esas capacidades y avances. Tengan cuidado de no envanecerse con lo que tenemos. Valorémoslo, comprendamos su importancia, sepamos que aquella política estratégica de las crisis sucesivas aprobada en la Conferencia de Guadalupe aún se mantiene, que esa política todavía sigue en marcha; no han renunciado a ella. Quieren que, dentro del sistema de la República Islámica, de nuestro querido país, haya crisis constantemente: un día con el pretexto de las elecciones, otro con el de la gasolina, otro con la excusa de la mujer y con otras excusas diversas, quieren crear crisis y las crean. Además, las herramientas de hoy son más avanzadas. Es evidente. El objetivo del enemigo con esas crisis es, en primer lugar, acabar con la seguridad del país. Y si no hay seguridad, no hay economía; si no hay seguridad, no hay ciencia, no hay universidades, no hay centros de investigación; si no hay seguridad, no hay empleo; si no hay seguridad, no hay tampoco obras de infraestructura; si no hay seguridad, tampoco hay puesta en marcha de fábricas paradas. Lo principal es la seguridad. El objetivo perseguido con la generación de esas crisis es dañar la seguridad del país. Debemos reconocer eso como una realidad y determinar nuestro deber frente a ello. El enemigo quiere interferir en la seguridad del país y crear perturbaciones en la vida de la gente. Esa es la acción del enemigo. Bien, pues el agente principal es conocido. El agente principal no es sino los servicios de espionaje de la CIA, el Mosad, el MI6 y similares. Ahora bien, siendo esos lo principal, tienen también sus recaderos; recaderos en el interior, recaderos en el exterior, elementos occidentalistas, elementos inconscientes… Todos ellos hacen recados, pero lo principal está en el otro lado. Es ahí donde está el quid de la cuestión.