Un deber esencial —que además es deber tanto de la gente como de los responsables, de las élites intelectuales, de los jóvenes, los estudiantes, los ulemas, etc.— es mantener presente que todas esas tareas que les decimos que lleven a cabo son Yihad. ¿Y qué quiere decir “Yihad”? Yihad es ese esfuerzo que se hace frente a un enemigo. Eso quiere decir “Yihad”. Esas tareas que hemos dicho son Yihad. Cuando hemos dicho que las élites intelectuales deben hacer tal cosa, significa que debe hacerse teniendo en cuenta que el enemigo quiere que no se haga; es frente al enemigo y, por tanto, es Yihad. O que los jóvenes hagan tal otra cosa, sabiendo que el enemigo quiere que no se haga; o que la gente apoye a los responsables, que se mantenga unida y que tenga presente que el enemigo quiere que eso no se haga. Si lo hacen, habrán realizado un acto de Yihad. Eso quiere decir “Yihad”. El enemigo se opone a toda obra beneficiosa que se realice en la República Islámica. Esto no es una mera afirmación; hay una argumentación detrás, y la razón es la siguiente: el sistema de la República Islámica es un sistema de “no oprimiréis y no seréis oprimidos” (Sagrado Corán, 2:279). El Corán nos dice: “No oprimiréis y no seréis oprimidos”. Ni cometáis injusticias ni aceptéis ser objeto de ellas; no aceptéis la injusticia y la opresión, cueste lo que cueste. Así es el sistema de la República Islámica. Claro, esos otros sistemas que se fundaron para oprimir están en contra de un sistema así; es natural. Por eso, todo progreso que se produce en la República Islámica los irrita. Por tanto, hagan esas cosas teniendo presente que el enemigo está frente a ustedes.

Ahora, unas palabras sobre ese segundo deber: el primer deber es mirarse a uno mismo; el segundo, mirar al enemigo. He explicado la mirada a uno mismo; pues la mirada al enemigo consiste en saber que el enemigo está ahí; en no perder de vista al enemigo. Seamos conscientes de que el enemigo tiene trucos, ardides, astucias y herramientas de trabajo. No nos imaginemos que el enemigo es débil e impotente: “No ha de imaginarse al enemigo débil e impotente” (1). No temamos al enemigo. Un requisito importante de la victoria es conocer al enemigo y sus capacidades, pero sin temerlo. Si lo temen ustedes, habrán perdido. No hay que tener miedo a las amenazas del enemigo, a sus alharacas ni a sus presiones. No hay que temerlas. Hay que prestar atención a qué es lo que hace que el enemigo esté irritado de esa manera y ejerza esa presión. Ese es el punto fuerte de ustedes; ese es nuestro punto fuerte. Si nosotros fuéramos débiles y si no tuviéramos puntos fuertes, el enemigo no se irritaría de ese modo, no presionaría así, no se agitaría de esa manera, no recurriría a trucos y estratagemas. Eso es lo que quiere decir “mirar al enemigo”. Prestemos atención a los avances de la Revolución Islámica y seamos conscientes de que es eso lo que irrita al enemigo. Así que no hay que temer al enemigo ni caer en la pasividad frente a él. A veces, apenas el enemigo empieza a zaherirlos, algunos se sienten humillados y caen en la apatía. ¡Pues no! La política del enemigo es hacer que uno deje de creer y confiar en lo que tiene. Frente al enemigo, no hay que caer en la pasividad. Y esto es lo que quería decirles sobre ese deber.

Notas

(1) De un verso de La rosaleda de Saadí de Shiraz.