En abril de 1968, más de mil estudiantes de la Universidad de Columbia, en respuesta a los crímenes del Ejército estadounidense en Vietnam, hicieron una sentada y una protesta en el recinto, siendo su objetivo detener la cooperación académica de esta universidad con el Ejército.

Ha pasado más de medio siglo desde aquel día, y nuevamente, en abril de 2024, el campus de la Universidad de Columbia, ubicada en Nueva York, es testigo de otra sentada de estudiantes que reclaman el fin de las cooperaciones con las empresas relacionadas con el régimen sionista de Israel, levantando tiendas de campaña con letreros con mensajes como “Zona Liberada”, tal y como los hicieron en los años sesenta.

La suspensión y la detención de los estudiantes sigue siendo un procedimiento sin cambios, desde la década de 1960. Lo que sucedió hoy en la Universidad de Columbia ha sucedido muchas veces durante las últimas décadas, en varias universidades de Estados Unidos y Europa.

Las numerosas manifestaciones de los académicos, para detener el belicismo de Occidente y sus aliados, plantean dos preguntas importantes:

  1. ¿Por qué los estudiantes occidentales asumen esta responsabilidad?
  2. ¿Por qué, a pesar de las protestas registradas a lo largo de la historia, no hay mucho cambio en las políticas globales de Occidente y de sus aliados?

Para responder a la primera pregunta, debemos conocer el papel central de la universidad en la civilización occidental. Con el surgimiento de los gobiernos modernos, estas instituciones pasaron a ser responsables de una gran parte de los asuntos diarios y básicos de la vida de las personas.

Dependiendo de la forma de los gobiernos modernos, las universidades se encargaron de suministrar o supervisar el sistema alimentario, el tratamiento, la educación, la seguridad, el comercio, etc. de un país. De hecho, la ciencia moderna, es decir, la universidad, es responsable de formar gobiernos modernos y llevar a cabo estas amplias tareas.

Por ejemplo, si nos fijamos en la estructura militar de un Estado moderno, se aclara que todo, desde el entrenamiento de soldados hasta la definición de objetivos estratégicos, desde la elaboración de la estructura de una institución militar hasta la preparación y producción de armas, se decide en la universidad.

Esta es la razón por la que los estudiantes, que buscan justicia en las universidades occidentales, no pueden cerrar los ojos ante los importantes efectos que la institución académica tiene en las decisiones de su país, y tratan de cambiarlo con sus acciones.

Nadar contra la corriente

La respuesta a la segunda pregunta, comienza con una frase decepcionante: “Los estudiantes que un día se manifiestan por el pueblo de Vietnam, otro día por el pueblo de Yemen, y hoy por el pueblo de Palestina, nadan contra la fuerte corriente del río”, y en esta frase, el río se refiere a la institución académica, y su fuerte corriente, al objetivo y propósito que la civilización occidental busca para esta institución.

En su libro “Desarrollo y fundamentos de la civilización occidental”, Morteza Avini, un teórico iraní del cine, afirma que el crecimiento económico y el desarrollo constituyen el objetivo de la civilización occidental.

Citando a escritores occidentales que apoyan y se oponen al orden político mundial actual, como Alvin Toffler en el libro ‘Tercera Ola’ e Ivan Illich, Avini llega a la conclusión de que tras la Revolución Industrial y la expansión del capitalismo, y el imperialismo, la necesidad de mano de obra especializada ha cambiado la estructura educativa en las universidades y su objetivo ahora es “el desarrollo y el crecimiento económicos ilimitados”. A partir de ahora, la misión de las universidades occidentales se encuentra determinada por los capitalistas, y desde fuera, no desde dentro.

En su libro “La desescolarización de la sociedad”, el pensador austriaco, Ivan Illich considera que el sistema educativo occidental está comprometido con una ideología en la que el crecimiento económico tiene la máxima prioridad. El Líder de la Revolución Islámica de Irán, el Imam Jameneí, en su discurso del 7 de abril de 2024, durante una reunión con estudiantes, aseveró que el sistema universitario occidental falla en “orientar la formación de sabios y la producción de ciencia”.

Los recursos limitados y la naturaleza dominante de los capitalistas occidentales les hicieron recurrir a los recursos de otras naciones para acelerar el “desarrollo y el crecimiento económicos” a través de las herramientas producidas en la universidad.

Uno de los ejemplos más obvios del neocolonialismo en nuestro tiempo es, la creación del régimen sionista por parte de Gran Bretaña y su fortalecimiento, por parte de Estados Unidos.

Los sionistas, que al migrar al territorio de Palestina lucharon contra el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, ahora, y después de establecer su régimen ilegítimo, se han convertido en servidores de Estados Unidos en la región, hasta el punto de que el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llamó al régimen sionista como el mayor defensor de los intereses estadounidenses en la zona. Con la presencia del régimen sionista, Estados Unidos logró girar los grifos del petróleo de la región hacia sí mismo y reprimir los esfuerzos independentistas de los pueblos de la zona.

A lo largo de su historia, el régimen sionista ha desempeñado un papel clave en materializar los objetivos coloniales de Occidente, por medio de las operaciones militares, y el asesinato de científicos y figuras importantes de la región.

La universidad no es más que un lema

Los dos factores de “no orientar la formación de sabios y la producción de ciencia” y “hacer de la ciencia un instrumento en manos de poderes” han convertido a la universidad en Occidente en un catalizador del colonialismo y del saqueo de las naciones indefensas.

Instrumentalizar a los académicos abarca un amplio ámbito de las ciencias humanidades a la ingeniería. Desde el diseño de golpes de estado, y ataques mediáticos y culturales, que se basan en la investigación de los antropólogos, hasta el ejemplo más reciente y más grave, es decir, la facilitación del genocidio en Gaza y Palestina gracias a la tecnología de la fabricación de armas, todos se ha hecho con la ayuda de la universidad.

Esta explotación de los académicos, como otros proyectos coloniales, tiene una apariencia engañosa que fascina tanto al pueblo colonizado como a ciertos colonizadores. Las consignas en pro de los derechos humanos y la libertad por parte de los países occidentales, se han utilizado tanto para engañar a los pueblos de la región como para obligar a su propia gente, especialmente, a los científicos, a trabajar.

Las invasiones de EE.UU. a Vietnam, Cuba, Irak, Afganistán y Libia, se llevaron a cabo con el pretexto de la libertad y el establecimiento de la democracia y, en realidad, para asegurar los intereses de los capitalistas.

El ataque del régimen sionista a Gaza después de la operación Tormenta de Al-Aqsa, y el genocidio que comete en el enclave costero, con la ayuda de los países occidentales, durante el cual, unos 34 000 palestinos han perdido la vida, es otro ejemplo de la hegemonía y el belicismo del capitalismo bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo y la legítima defensa de un país democrático.

¿Hará Gaza un gran cambio?

Desde la Segunda Guerra Mundial, muchos estudiantes han tratado de confrontar la dominación y la beligerancia de sus países. Estos esfuerzos han ayudado a que más personas en Occidente estén informadas sobre la verdad de estos belicismos.

Sin embargo, la invasión de Gaza por parte del régimen sionista ha llevado a los académicos occidentales, especialmente, a los de Estados Unidos, a enfrentar esta guerra de una manera especial, porque el régimen sionista ha violado abiertamente todas las leyes internacionales, y revelado la hipocresía de los lemas de Occidentales sobre los derechos humanos.

El alcance del proyecto colonial de Israel y los enormes beneficios que tiene su presencia para Estados Unidos y Occidente, han hecho que para preservar a Israel recurran al arresto, la detención y la suspensión de los estudiantes y profesores que protestan, dañando, de este modo, la imagen científica e independiente de la academia de su país.

Parece que los académicos occidentales no podrán lograr mucho con estas actividades en búsqueda de justicia, hasta que no hagan algo fundamental para cambiar la misión de la universidad. Queda por ver si Gaza puede colgar con su resistencia el mensaje “Zona Liberada” en la entrada de las universidades occidentales, en lugar de en un campus o una facultad.