Permítanme decirles unas palabras sobre el Poder Judicial. El informe que se ha presentado (1) es un buen informe. Las labores que se han realizado son valiosas y positivas. La cuestión principal del Poder Judicial —en todo el mundo, no solo en nuestro país— es resolver los problemas de la gente sobre la base de la justicia. Una es esa, y otra es evitar que se traspase la línea roja de la ley. Ese es fundamentalmente el trabajo del Poder Judicial. De ahí que vean ustedes que, en nuestro país, al Poder Judicial se lo llamó desde el principio Adliya (2) o Dadgostarí (3). La cuestión del Poder Judicial es en esencia la cuestión de la justicia. Esa es fundamentalmente su labor. Toda la atención debe ponerse, en primer lugar, en impartir justicia en los conflictos que se dan entre la gente y las denuncias de injusticias que se interponen. Esa multitud de casos que se registran son denuncias de injusticias, y hay que prestar atención a que se haga justicia.

Ahora, en el Islam —como, gracias a Dios, saben y conocen ustedes—, la cuestión de la justicia es un aspecto notable de las enseñanzas islámicas; en el Corán, en la Cumbre de la Elocuencia, en los hadices, en las sublimes aleyas del Corán: Wa in hákamta fa-hkum báynahum bi-l-qist (4); en otro lugar, Wa ida qultum fá-‘dilu (5); en otro lugar, Inna-l-Lah yá’muru bi-l-‘adl (6); en otro lugar, Qul ámara rabbi bi-l-qist (7); en otro lugar, Wa umirtu li-á’dilu báynakum (8); en otro lugar, Kunu qawwamina bi-l-qisti shuhadá-a li-l-Lahi wa law ala anfúsikum awi-l-walidayni wa-l-aqrabín (9); en otro lugar, Wa la yachrimannakum shana-ánu ala al-la tá’dilu (10). Y muchas aleyas más. El eje es la justicia. Apenas hay punto alguno sobre el que el Noble Corán y el resto de fuentes islámicas insistan tanto como sobre la justicia. La conclusión es que todos los esfuerzos del Poder Judicial deben ir encaminados, con valentía, a hacer justicia. Por supuesto, como ya he dicho, esa no es labor fácil. Requiere valentía. Hay que acometer esa tarea con valentía e impartir justicia sin miramientos. Juzgar con justicia e imparcialidad. Como dice el imam en el Sahifa Sayadiya, en la vigesimosegunda plegaria, actuemos de forma que hatta yá’mana aduwwi min dulmi wa yurmi wa yáyyasa walí-i min mayli wa inhitati hawá (11). El Poder Judicial, los jueces y los directivos deben actuar de tal modo que el enemigo se sepa a salvo de opresiones y abusos, y el amigo y la persona cercana pierda la esperanza de [beneficiarse de] un favoritismo. Si eso sucede, se creará en la sociedad seguridad jurídica y seguridad anímica y psicológica. En otras palabras, la gente se sentirá segura. Es muy importante que la gente sienta que, gracias a la existencia del Poder Judicial, no sufrirán abusos y, si denuncian una injusticia, recibirán un trato justo. Ese es el quid de la cuestión. Para que eso se haga realidad, he anotado dos o tres ideas que quisiera compartir.

Otra tarea necesaria es que, a Dios gracias, entre los honorables jueces y los esforzados trabajadores del Poder Judicial —que gracias a Dios no son pocos; este vasto sistema cuenta con un muy elevado número de buenos trabajadores y buenos jueces—, hay personas que trabajan verdaderamente con espíritu de Yihad. A las personas que trabajan con espíritu de Yihad hay que darles refuerzo. En todo caso, el asunto es, en opinión de un servidor, que se tiene que actuar de tal modo que la opinión pública reconozca el Poder Judicial como un templo de la justicia, que lo reconozca como un centro de la justicia y que en el Poder Judicial se imparta justicia sin contemplaciones. Esa es la cuestión. Por supuesto, el trabajo que se realiza al margen de esas cuestiones es un trabajo valioso. Esas cosas que se han señalado tienen valor, pero la parte fundamental del trabajo es que las audiencias de los tribunales sean audiencias de juicios justos; que las audiencias de los tribunales tengan como resultado la justicia; una justicia de la que todos tengan la sensación de que en efecto es justicia. Que incluso la persona contra la cual se dicta sentencia, por más que esté descontenta y quizá recurra, en su fuero interno reconozca que se ha hecho una labor justa.

Otra de las recomendaciones que quisiera hacer es que he oído que algunos de los honorables jueces se remiten en sus sentencias a los principios occidentales sobre derechos humanos. Eso está mal. Esos principios son principios errados. No es ya solo que ellos mismos no los cumplan —los signos evidentes de que no los cumplen están hoy ante los ojos de todos—, sino que, de raíz, son principios errados. Un juez nuestro no puede apoyar su sentencia más que en la legislación interna del país. Se tiene que hacer conforme a las leyes nacionales.

Notas

(1) Al comienzo del encuentro, presentó un informe el hoyatoleslam Qolamhoséin Mohsení Eyeí, presidente del Poder Judicial.

(2) ‘(Administración) de justicia’, en árabe.

(3) ‘Administración de justicia’ o ‘Ministerio de Justicia’, en persa.

(4) “Pero si juzgas, júzgales con equidad” (Sagrado Corán, 5:42).

(5) “Cuando habléis, sed verídicos” (Sagrado Corán, 6:152).

(6) “En verdad, Dios ordena la justicia” (Sagrado Corán, 16:90).           

(7) “Di: ‘Mi Señor ha ordenado la justicia y la equidad’” (Sagrado Corán, 7:29).

(8) “Y se me ha ordenado que establezca la justicia entre vosotros” (Sagrado Corán, 42:15).

(9) “Proteged la justicia testificando para Dios, aunque sea contra vosotros mismos o contra vuestros padres o familiares cercanos” (Sagrado Corán, 4:135).

(10) “Y no dejéis que los malos sentimientos contra un pueblo os lleven a no ser justos” (Sagrado Corán, 5:8).

(11) “Que mi enemigo esté a salvo de mis abusos y mi amigo desespere de propensiones y pasiones mundanas”.