«Sobre la cuestión de la justicia, uno no puede ni hablar siquiera sobre la justicia del Príncipe de los Creyentes. Es algo radicalmente indescriptible. Tengo ahora una cita del imam. Dice: Wa-l-Lahi la an abita ala hásaka-s-saadani musáhhadan au uyarra fi-l-aglali musáffadan. Aunque me apliquen las peores torturas, arrastrándome desnudo por los espinos y cosas similares, ahabbu ilayya min an alqa-l-Laha azza wa yalla yauma-l-qiamati dáliman li-baadi-l-ibadi (1), todo eso es mejor para mí que no que, en el Día del Juicio, encontrarme con Dios habiendo cometido tan solo una injusticia contra una persona. Que me apliquen las mayores torturas del mundo es para mí más agradable que [haber cometido una injusticia] contra una persona. Y fíjense en quién dice eso: alguien que estuvo a la cabeza de un gobierno cuya extensión al este y al oeste era varias veces superior a nuestro Irán actual. En otras palabras, aquel país regido por el Príncipe de los Creyentes, que era el Príncipe de los Creyentes de aquel país —desde el Amu Darya hasta el Nilo, por lo que comprendía Irán, Afganistán, Irak, Egipto… tan solo estaba al margen Siria, que había separado Muawiya, mientras que el resto estaba regido por el Príncipe de los Creyentes—, decía que, si se cometía una injusticia contra una persona de aquella inmensa población que vivía en aquel gran país, aquello era para él ¡más penoso que ser torturado toda su vida! Así de justo era el Príncipe de los Creyentes» (25/06/2024).

Notas

(1) Cumbre de la Elocuencia, Sermón 224.