«En política exterior, se atenía a dos particularidades juntas, la una junto a la otra: una, la cooperación; y la otra, la dignidad y la honorabilidad. Él era alguien que creía en la cooperación. En esto, a veces pasaba una hora u hora y media hablando por teléfono con tal presidente europeo. Figúrense, ¡una hora y media hablando por teléfono! Creía en la cooperación, pero desde una posición de dignidad: ni con tanta agresividad que provocara un alejamiento y se rompiese [la comunicación], ni haciendo cesiones fuera de lugar, rebajándose, etc. No, desde una posición de dignidad, pero al mismo tiempo cooperando. Esto hizo que yo viera tras su martirio como, en los mensajes que me enviaban a propósito de él, varios de los máximos dirigentes eminentes del mundo, que se cuentan entre las personalidades sobresalientes y de primer nivel del mundo actual, lo elogiaran como una figura sobresaliente. Eso es muy importante. No lo describían y nombraban como un político común y corriente, sino como un político eminente. Creía en el principio mismo del contacto y la comunicación. Nosotros hacía años que habíamos dejado África de lado, pese a todas las indicaciones que se daban sobre África. Él estableció contacto con África, hizo viajes, cooperó. Creía [en la relación] con los diversos países, con todos los países con los que había condiciones para relacionarse y con los que había que relacionarse, y entablaba relaciones. Respetaba las prioridades a este respecto. Por ejemplo, una de las prioridades constantes era la vecindad, cuestión a la que él daba importancia» (07/07/2024).