«Hay momentos en que la población crece sin control y se la frena; bien, pero en otro momento la población se detiene o empieza a retroceder y el país comienza a envejecer. Ahí tienen que cambiar inmediatamente las regulaciones, conforme a lo que necesita el país (...). Si, Dios no lo quiera, el país sufre ese destino amargo y penoso que es el envejecimiento de la población, no habrá ya remedio alguno. Hoy son muchos los países que se ven afectados» (