En el inicio de la Semana de la Unidad (1)

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.

Al-hamdu li-l-Lah rabbi-l-alamín wa-s-salat wa-s-salam ala sayyídina Muhámmad wa álihi-t-tahirín wa sahábahi-l-muntayabín wa man taábahu bi-ihsán ila yaumi-d-din (2).

Tiene para mí gran interés, además de ser grato y hermoso, que gracias al sagrado nombre del Nobilísimo Profeta se haya formado hoy aquí esta congregación. Antes nos reuníamos a veces con los hermanos ulemas sunníes —en particular con los ulemas baluchíes, con los que yo comparto una larga historia—, pero hacía tiempo que no habíamos visto a un grupo como este. Hoy, a Dios gracias, nos honran aquí con su presencia. Con algunos de estos caballeros, como el moulaví Abdorrahmán, el moulaví Sadatí, el Sr. Mulá Qader —si bien él no está en la reunión— y el moulaví Abdossamad, tenemos relación y amistad de larga data. Con algunos, desde los tiempos del destierro en Iranshahr, y con otros desde los inicios de la Revolución. A Dios gracias, los aquí presentes son la flor y nata de los sunníes de nuestro país. Las palabras que han pronunciado ustedes han sido palabras muy apropiadas y correctas, y quiera Dios ayudarnos para que consigamos todos avanzar por la senda de los elevados objetivos del Islam.

La cuestión principal es la cuestión de la Umma islámica. Yo hace años que insisto de modo particular e intencionado en la palabra Umma, para que no olvidemos que somos una comunidad. Sí, unos somos iraníes, otros somos iraquíes, otros sirios, etc., pero esas fronteras no alteran la realidad de la Umma. Todo el afán de los enemigos del Islam ha sido volvernos indiferentes a la identidad unitaria que lleva el nombre de la Umma islámica. No puede ser que yo me considere musulmán, pero me crea ajeno al dolor que sufre un musulmán en Birmania, en Gaza, en India o en tal otro sitio. Eso no puede ser, es contrario a las enseñanzas y principios islámicos. Es posible que alguien personalmente no pueda hacer nada por ayudarlo, pero la empatía y la conmiseración son una realidad que debe existir.

La mayoría del esfuerzo de un servidor en el campo de los asuntos de chiíes y sunníes y esas cuestiones que existen en el país va en el sentido de que no olvidemos el tema de la Umma islámica. Yo ruego que, en el rezo de los viernes y en las grandes reuniones que se organizan en distintos sectores en conexión con prominentes elementos sunníes de primera categoría, repitan el concepto de Umma islámica. Hagan que despertemos, que entendamos que, además de ser iraníes, tenemos un atributo más elevado e importante que es ser musulmanes y miembros de la Umma. Esta es una cuestión fundamental.

La segunda cuestión es que este mismo grupo de unas decenas de personas que estamos aquí hará sin duda que reaccionen algunos enemigos en el exterior. El mero hecho de estar nosotros aquí reunidos llevará a algunos a reaccionar. No quieren que esto suceda; no quieren que no haya disensiones religiosas. Por supuesto, en este terreno los ingleses poseen más experiencia, y últimamente los estadounidenses han aprendido de ellos. Nosotros debemos saber que hay influyentes agentes intelectuales, propagandísticos, mediáticos y económicos trabajando para separar a chiíes de sunníes dentro de nuestro país y en todas partes. En nuestro país, después del triunfo de la Revolución, esa actividad aumentó, pasando a ser varias veces más que antes de la Revolución. Antes de la Revolución, los enemigos del interior del país eran menos activos en ese terreno. Tras la revolución, se vieron motivados a avivar algún motivo de desacuerdo, a crearlos, y las mejores divergencias en su opinión eran las religiosas: empujar a algunos de un lado a hacer que el otro lado porfiase, insultase, maldijese, y mover a otros del otro lado a que hicieran lo mismo con los primeros. Eso crea oposición. Y cuando existe esa oposición, el remedio es que insistamos en la unidad.

Como ha señalado el caballero, la unidad no es una táctica. La unidad es uno de los principios del Islam; es algo coránico. Cuando [Dios] dice wa’tásimu bi-habli-l-Lah yamí’an wa la tafárraqu (3), eso es muy importante. En otras palabras, al aferrarse a la cuerda de Dios, que es lo más importante que hay que hacer, únanse. Unidad, incluso, al aferrarse a la cuerda de Dios, como se manifiesta por ejemplo en el Hach, como se manifiesta en el rezo del viernes. En definitiva, lo que quieren el Corán y la ley religiosa islámica es unidad incluso al aferrarse a la cuerda de Dios. Esto me parece muy importante. Igualmente, en estas aleyas de la sura Al-Ĥuŷurāt: Wa in tá’ifatani mina-l-mu’minina-qtátalu fa-áslihu baynáhuma fa in bágat ihdáhuma ala-l-ujra fa-qátilu-l-lati tabgui hatta tafí’a ila amri-l-Lah (4). Es decir, que la cuestión de la unidad y el acuerdo son tan importantes que, si alguien se insubordina, hay que luchar contra él a muerte; hay que luchar a muerte contra ese musulmán para devolverlo a la unidad. ¡Así de importante es la unidad! Eso no se puede pasar por alto. Y luego, ínnama-l-mu’minuna íjwatun fá-slihu bayna ajawáykum (5). Así pues, la unidad es un principio coránico y no debemos descuidarlo.

Hay quienes socavan la unidad —algunos a sabiendas, otros sin advertirlo—. La gente corriente de ambos lados lo hace sin darse cuenta. Entre la élite, muchos lo hacen a sabiendas. A estos hay que plantarles cara. No entienden, no comprenden el daño que causan las diferencias de escuela religiosa al mundo islámico, al propio Islam, a la Umma y a todas y cada una de las naciones musulmanas. Se queda uno atónito, ¿cómo no lo entienden? Provocan a la corriente contraria; ven ustedes que aparece una corriente takfirí y matan tanto ulemas chiíes, matando a un Sheijoleslam (6) en Sanandach, como al moulaví Hoseinbor (7) en Baluchistán. Para ellos es lo mismo, para ellos no hay diferencia entre chiíes y sunníes. A quienquiera que tenga la unidad como motivación, le son hostiles. Pues bien, esos son enemigos. No se puede ignorar.

Por otra parte, yo estoy verdaderamente agradecido a Dios, alabado sea: por todo el país, pese a tantas confabulaciones y tanta hostilidad como ha habido, la comunidad sunní plantó cara y luchó. Lo ha señalado él: hemos tenido quince mil mártires sunníes, tanto en la Sagrada Defensa como de otras ocasiones. Ulemas mártires en distintos lugares. ¡Cuántos ulemas sunníes alcanzaron el martirio por la causa de Dios, por la causa de la Revolución! Nuestra meta es la gloria de la Umma. Y la gloria de la Uma no se consigue si no es mediante el concierto y la unidad. Debemos esforzarnos todos en ese campo.

Hoy es en mi opinión necesidad insoslayable apoyar al oprimido pueblo de Gaza, de Palestina. Esta es con toda certeza una de las obligaciones acerca de las cuales nos interpelará Dios Altísimo en el Día del Juicio, en el caso de no cumplir con ella. Cada uno, como pueda. Uno puede dar dinero, otro puede enviar armas, otro puede prestar ayuda política y otro hacer difusión o hablar del asunto en el almimbar, en el rezo colectivo del viernes. En el caso de que faltemos a ese deber, ineludiblemente seremos interpelados. Quiera Dios Altísimo, esperemos, hacer que la Umma salga airosa.

Les estoy muy agradecidos a ustedes, queridos hermanos, por habernos honrado hoy aquí con su presencia, como también al Sr. Mohammadián (8) y a sus amigos por preparar esta reunión y darme a mí la oportunidad de verlos aquí.

Quiera Dios dignificar a la Umma. Quiera Dios acercar cada día más entre sí los corazones de los hermanos musulmanes de las distintas sectas y escuelas religiosas; hacer que vean más los puntos comunes. Tenemos tanto en común, pero esos puntos comunes no se ven. Se suele insistir más en lo que nos separa. Quiera Dios ayudar a que podamos cumplir con estas cosas.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Al inicio del encuentro, realizaron sendas intervenciones el moulaví Abdorrahmán Chabaharí, ulema sunní de Sistán y Baluchistán e imam del rezo colectivo de los viernes de Chabahar, el moulaví Abdorrahim Jatibí, ulema sunní de Hormozgán e imam del rezo colectivo de los viernes de Qeshm, y el mamustá Abdossalam Emamí, ulema sunní de Azerbaiyán occidental e imam del rezo colectivo de los viernes de Mahabad.

(2) Alabado sea Dios, Señor de los Mundos. La paz y las bendiciones sean con nuestro maestro Muhammad, su familia pura, sus compañeros selectos y quien los siga en benevolencia hacia el Día de‌ la Recompensa.

(3) «Y aferraos a la cuerda de Dios todos juntos y no os dividáis.» (Sagrado Corán, 3:103).

(4) «Si dos grupos de creyentes pelean entre sí, poned paz entre ellos. Pero si uno de ellos oprime y maltrata al otro, combatid contra el que agrede hasta que regrese a la orden de Dios» (Sagrado Corán, 49:9).

(5) «En verdad, los creyentes son hermanos, así pues, poned paz entre vuestros hermanos» (Sagrado Corán, 49:10).

(6) El mamustá Mohammad Sheijoleslam alcanzó el martirio tras ser alcanzado por un tiroteo el 17 de septiembre de 2009 ante la mezquita Seyyed Qotb de la ciudad de Sanandach.

(7) El moulaví Feyz Mohammad Hoseynbor fue objeto de un atentado el 12 de mayo de 1981 y alcanzó el martirio tras ser alcanzado por numerosas balas.

(8) El hoyatoleslam Mohammad Mohammadián, adjunto de Relaciones con el Seminario de la Oficina del Líder de la Revolución Islámica.