En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso (1)

Wa-l-hamdu li-l-Lah rabbi-l-alamín wa-s-salam ala sayyídina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-t-tayibini-l-atharini-l-muntayabín sáyyama Baqíati-l-Lah fi-l-arazeyn (2).

Sean ustedes muy bienvenidos, queridos hermanos, queridas hermanas. Estamos a las puertas del mes de rayab; mes de plegaria, mes de adoración, mes de suplicar intercesión ante Dios. Aprovechemos la oportunidad que brinda este mes; liguemos nuestros corazones, nuestras vidas, nuestras intenciones al mar infinito de la misericordia divina. Las cosas están en manos de Dios. Pidamos a Dios empeño, pidamos a Dios capacidad, pidamos a Dios la suerte de Su servidumbre. Las plegarias del mes de rayab están repletas de ideas y conceptos sublimes y de elevados conocimientos islámicos de Dios. Pidamos a Dios salud, pidamos éxito, pidamos ayuda.

Nuestra reunión de hoy tiene como motivo el aniversario de nuestro mártir querido, el mártir Soleimaní, así como el aniversario del martirio, el año pasado, de cierto número de peregrinos del mausoleo del mártir Soleimaní, algunas de cuyas familias están aquí presentes. También está en esta congregación un grupo de hermanos y hermanas libaneses, tanto víctimas de los sucesos del Líbano como otros. Es una congregación de martirio, una congregación de entrega sincera. La atmósfera de la husainiya se llena de luminosidad con la presencia de ustedes, con la presencia de estos grupos luminosos.

Dios Altísimo mostró que la gloria es de Él. Eso es gloria. Que la gente se eche a andar en el aniversario del martirio de Soleimaní desde muy lejos, a veces desde otros países, para llegar a su tumba, para peregrinar a su santuario, para recitar una Fátiha por él, ¿no es eso gloria? Gloria es eso. Cuando obran ustedes por Dios, Dios responde de esa manera. Eso, en este mundo; su dignidad en el mundo de la misericordia y la bendición divinas es inimaginable para nosotros, pero su retribución mundana es esa que ven.  Ahí está su santuario, para cuya peregrinación miles de personas se ponen en marcha y caminan hasta él. Esa gloria la da Dios. Cuando obramos con pureza de intención, Dios responde así. Algunos, para la gloria, van en busca de medios e instrumentos equivocados.

Dice [Dios] en el Corán: A-yabtaguna ‘índahumu-l-‘izzata (3). ¿Acuden a los infieles, acuden a personas hipócritas para alcanzar la gloria? Fa-inna-l-‘ízzata li-l-Lahi yamí’an (4). La gloria pertenece a Dios, es de Dios, está a disposición de Dios.

Esa aleya es de la sura An-Nisā’ («Las mujeres»). Otra aleya, de la sura Fāťir: Man kana yuridu-l-‘ízzata fa-li-l-Lahi-l’ízzatu yamí’an (5). La gloria está en manos de Dios. Eso hay que comprenderlo. Y hay que implicar ese conocimiento, esa sabiduría, en el estilo de vida y en la orientación de la vida y hacer que los influencien. Si aspiramos al poder y la gloria, debemos saber dónde está la gloria, dónde está la mina de la gloria.

Quisiera abordar varios puntos. Uno concierne al mártir Soleimaní. Bien, sobre el mártir Soleimaní se han dicho muchas cosas, se ha hablado mucho. Se han escrito libros, se han creado obras de arte sobre sus peculiaridades, sobre sus vicisitudes. Los que hablan han hablado mucho. Y un servidor ha dicho también ya antes algunas cosas en repetidas ocasiones (6). Hoy les haré algunas breves consideraciones a propósito del mártir Soleimaní, a fin de que aprendamos. Recordémoslo y avancemos nosotros en ese sentido.

Desde comienzos de los años 2000, cuando empezaron las fechorías militares de Estados Unidos en nuestra región —en Afganistán, en Irak—, con lo que Estados Unidos entró oficialmente en el campo de batalla y cometió verdaderas fechorías, desde aquel mismo comienzo, entró en acción el mártir Soleimaní. No pensó en el peligro, no pensó en la magnitud del enemigo. Por supuesto, el objetivo principal de ellos era Irán: atacaron Afganistán, al este de Irán; atacaron Irak, al oeste de Irán —cada uno, con un pretexto distinto—. En apariencia, lo sucedido era eso, pero lo que había detrás era rodear por ambos flancos al Irán islámico y a la nación iraní. El objetivo era ese. Al ser neutralizados ambos ataques, lógicamente el enemigo no logró nada. El mártir Soleimaní entró en la liza desde el principio mismo. El papel en ese Yihad de aquel hombre honorable y leal fue irremplazable. Él ni hablaba ni escribía, ni creo yo tampoco que ninguna otra persona haya sido capaz de escribir esas peculiaridades y detalles de forma que perduren, que es algo que cabe deplorar. Por supuesto, información hay mucha. En este tema, es mucha la información de la que disponemos tanto otros como nosotros mismos, pero son cosas que deben perdurar en la cultura política de nuestro país. Deben documentarse para que las entiendan las generaciones futuras.

Desde los mismos inicios, cuando las fuerzas extranjeras atacaron las ciudades de Irak —Nayaf, Kerbala, Kadimiya, Bagdad y otros lugares—, se atrincheró en Nayaf, en el patio purificado del Príncipe de los Creyentes, un grupo reducido de jóvenes, algunos jóvenes desamparados sin armas adecuadas ni comida adecuada siquiera. Allá es donde Soleimaní sintió que tenía un deber, empezó a trabar contacto con ellos y los ayudó. Los salvó. Claro que, en aquel momento, la autoridad religiosa hizo algo muy positivo y de inmensa efectividad que resultó extraordinariamente importante y fue influyente, pero primero entró en acción Soleimaní. Los estadounidenses no habían ido a Irak a quitar a Saddam y volverse. Habían ido a quitar a Saddam y ponerse ellos en su lugar. Primero, pusieron a gobernar Irak a un gobernador militar, a un general del ejército (7). Luego, vieron que aquello quedaba muy feo, lo quitaron y pusieron a un político llamado Bremer (8). Quien hizo que quitaran a aquella segunda persona y que Irak, en un difícil, complicado y largo proceso, llegara a manos de los propios iraquíes y ellos mismos eligieran a sus propios gobernantes, en aquel momento crucial, fue el mártir Soleimaní, con las cosas que hizo. Inició una guerra híbrida: guerra cultural, guerra militar, guerra propagandística, guerra política. Esas cosas las hizo Hach Qasem. Esto, en cuanto a aquel momento.

Pasado un tiempo, le llegó el turno a Daesh. Los estadounidenses, al ver que en Irak y en el resto de lugares de aquella zona no les resultaba rentable intervenir de manera directa, crearon Daesh. Eso lo reconocieron ya los propios estadounidenses, que Daesh lo habían creado ellos. Pues quien entró en liza y se alzó frente a Daesh fue, una vez más, el mártir Soleimaní, sobre lo cual diré después una cosa. Los jóvenes iraquíes brillaron. Los jóvenes iraquíes brillaron verdaderamente en aquel lance, pero el papel del mártir Soleimaní fue vital. De no haber sido por él, no habría sido posible. Hablamos de alguien que, en un importante acontecimiento regional del que dependía la región en vida y muerte, salió a la palestra con esa iniciativa, esa valentía y esa fuerza, arriesgando la vida. En esos pocos años ocurrieron sucesos singulares, en ese enfrentamiento que se ha mencionado. Ese es un asunto.

La estrategia constante del mártir Soleimaní en aquellas actividades suyas de Yihad fue revivir el Frente de la Resistencia. ¿En qué consistió eso? En aprovechar las capacidades y a los jóvenes dispuestos para trabajar de aquellos mismos países, cosa que hizo de modo inmejorable. Allá donde iba —en Irak, de una manera, en Siria de otra, en Líbano de otra—, movilizaba las fuerzas patrias de cada país, movilizaba a las personas de aquel mismo lugar que tenían disposición para trabajar. En Irak, por ejemplo, la autoridad religiosa emitió una fatwa o dictaminó que los jóvenes y la gente debían ir y resistir frente a Daesh. Muy bien, fueron miles de jóvenes. Pero ¿qué pueden hacer miles de jóvenes sin organización, sin armas, sin instrucción? ¿Quién los organizó? ¿Quién les dio armas? ¿Quién les dio instrucción rápida? El mártir Soleimaní, con la colaboración de los amigos iraquíes, [incluido] el mártir Abu Mahdi —no subestimen al mártir Abu Mahdi, fue un hombre muy grande, fue una persona muy valiosa junto al mártir Soleimaní—, y otros, de los que algunos están vivos, gracias a Dios, y otros alcanzaron el martirio. A esos combatientes, fue el mártir Soleimaní quien los llevó al centro de la acción. Es otra de las particularidades de ese mártir. Esto son lecciones. Se trata de hacer un aprovechamiento óptimo de las capacidades existentes para una gran tarea, saber acometer esa tarea y poner empeño en llevarla a cabo. Esa fue la obra del mártir Soleimaní.

Otra cosa que he de decir a propósito del mártir es que, en todas las etapas de esa gran lucha que libró ese querido hermano nuestro, ese íntimo amigo nuestro, la defensa de los recintos sagrados fue para él algo fundamental. Debía defender a Al-ʿAtabāt al-ʿĀliyāt (9), debía defender la Zainabiya (10), debía defender los mausoleos de los compañeros del Príncipe de los Creyentes, de los que algunos están enterrados en la Siria histórica y otros en Irak; debía defender la Mezquita Al-Aqsa, que es un gran santuario del mundo del Islam. Es por ello que aquel dirigente palestino  llamó al mártir Soleimaní «mártir de Al-Quds» aquí (11), en un discurso antes de la oración. Defendía aquel santuario, como también consideraba santuario Irán y defendía Irán como santuario. Miren ustedes, ese planteamiento de la defensa de los recintos sagrados, de los santuarios sagrados, es extremadamente importante. Y esa es otra particularidad de aquel gran hombre.

Otra particularidad: la perspectiva del mártir Soleimaní sobre las cuestiones del país no era una perspectiva cerrada y limitada. Esto es muy importante. Él contemplaba y sopesaba los asuntos del país con una mirada internacional, mundial. ¿Qué quiere decir eso? Que estaba convencido de que todo acontecimiento importante que ocurría en la región, e incluso en el mundo, tenía un reflejo dentro del país e influía en los asuntos de este. En los asuntos del país, en la medida en que le concernía —hay cosas que no le incumbían, como las cuestiones económicas, que no incumbían al mártir Soleimaní—, veía la influencia de los acontecimientos mundiales, la identificaba, hacía cálculos y se ocupaba de ellos. Reconocía el peligro procedente de fuera de las fronteras y pensaba en un remedio. Se trata aquí de esa enseñanza del Islam por la que uno ha de identificar el peligro de antemano. El Príncipe de los Creyentes dijo: «Yo, con las nanas del enemigo, no me quedo tranquilo y me duermo» (12). Él era así, y esta es otra de sus características. Y estas son algunas de las características de este mártir querido.

Bien, estas características estaban en el mártir Soleimaní, pero no en cuanto individuo. Como persona y como ser humano, el mártir Soleimaní entra en consideración en segundo lugar. De lo que se trata es de él como miembro de una escuela, como caminante de un camino hacia un objetivo. Es a título de escuela que el mártir Soleimaní tenía esas características, las buscaba y sentía un deber hacia ellas, hacia lo que ahora llamamos «escuela de Soleimaní» y que es la escuela del Islam, la escuela del Corán, y él era fiel a esa escuela y actuaba conforme a ella. Se convirtió en su exponente, se convirtió en eje, se convirtió en centro. Y si nosotros tenemos esa fe, si actuamos de esa manera, si realizamos esas buenas obras, seremos Soleimaní. Cualquiera de nosotros que profese esa misma fidelidad a esta causa gozará también de esa misma gracia divina. Y bien, esta era la primera consideración a propósito del mártir Soleimaní.

La siguiente consideración es sobre la cuestión de la Defensa del Santuario. La de Defensa del Santuario es una denominación que caló tanto en Irán, entre nuestra gente, en nuestra sociedad, que nuestras mejores vidas estuvieron dispuestas a ir a sacrificarse por esa defensa. Se derramó sangre pura y se dieron vidas preciosas por esa causa, para defender los santuarios. Algunos —no quiero tampoco ahora hablar mal—, por falta de un análisis correcto, por falta de una comprensión cabal, por falta de un necesario conocimiento de los asuntos, se imaginan —y llegan a decir, quizá incluso a difundir— que, vistos los últimos acontecimientos de la región, la sangre vertida por la Defensa del Santuario ¡se derramó en vano! Tan gran error y tan gran equivocación cometen. La sangre no se derramó en vano.

Si no hubieran partido allá esas almas y no hubiera tenido lugar ese combate ni hubiera recorrido con valentía aquel Hach Qasem las montañas y desiertos de esta región, atrayéndolos tras de sí [a los Defensores del Santuario], hoy de esos Santos Umbrales no quedaría nada. Estén seguros de ello. No quedaría nada de la Zainabiya, ni quedaría nada de Kerbala ni quedaría nada de Nayaf. ¿Qué lo indica? Samarra. Con Samarra se cometió una cierta negligencia. Ustedes vieron cómo derruyeron la cúpula de los Askariyain (la paz sea con ambos) y rompieron el enrejado de la tumba. ¿Quiénes? Aquellos mismos takfiríes, con la ayuda de los estadounidenses. En todas partes habría sido igual. Si no se hubiera llevado a cabo esa defensa, el destino de esos Sagrados Umbrales, de esas alquiblas para los corazones del pueblo musulmán, habría sido el mismo que el de aquella cúpula destruida de los Askariyain (la paz sea con ambos). Ellos fueron y se esforzaron, trabajaron, detuvieron al enemigo, le dieron un buen escarmiento y lograron defender una gran verdad. Esa gran verdad no es solo el lugar sagrado. Es el titular del lugar, es la escuela del ilustre imam [Jomeiní].

Hemos de saber también que, por principio en la cultura coránica, toda sangre derramada por la causa de Dios está bien derramada, no en vano. Ninguna sangre se derrama en vano. Incluso si no se consigue la victoria, la sangre derramada no se vierte en vano. En la batalla de Uhud se derramó la sangre de Hamza ibn Abd al-Muttalib. ¿Fue en vano? No. O, por encima de todo, en Kerbala se derramó la sangre del Príncipe de los Mártires (la paz de Dios sea con él). ¿Fue en vano? No. La sangre que se derrama por la causa de Dios no se derrama en vano, y el Corán habla en ese sentido. Dice el Corán: Wa man yuqátil fi sabili-l-Lahi fa-yúqtal aw yáglib fa-saufa nu’tihi achran adiman (13). Es igual. Tanto si vencen como si los matan, si los derrotan, si no vencen, para Dios su acción tiene valor en sí misma. Ese Yihad posee valor y es importante para Dios Altísimo. Y, por supuesto, la victoria es segura. No presten atención a ese pavoneo inane. Sepan que esos que hoy se pavonean engolados serán pisoteados un día por los fieles.

El siguiente punto concierne a la Revolución; a la Revolución Islámica. Los acontecimientos de esos años en que estuvieron en activo y visibles el mártir Soleimaní junto con sus compañeros y amigos, incluidos los acontecimientos de la Defensa del Santuario, mostraron que la Revolución Islámica y la República Islámica están vivas y frescas y que son un árbol que da frutos. Tu’ti úkulaha kul-la hainin bi-idni Rábbiha (14). Eso lo demostró. Los jóvenes de la década del 2000 y del 2010 salieron a la palestra como los de la década de 1980, combatieron, dieron la vida. Igual que en la década de 1980 algunos jóvenes se echaban a los pies de sus padres, suplicando que les permitieran ir al frente, también en las décadas de 2000 y 2010 se echaban algunos jóvenes a los pies de sus padres. El mártir Hoyayí besaba los pies de su madre para que le dejara ir al frente, ir a luchar, ir a defender el santuario. Eso muestra que la Revolución está viva. En el mundo se producen muchos movimientos sociales en los que hay al principio una vitalidad, una frescura y un dinamismo que luego se transforman en depresión y se acaban. La República Islámica, después de cuarenta y tantos años, hoy está viva. También hoy se pone en pie ese querido joven nuestro, y con toda certeza millones de jóvenes son así y dicen que, de ser necesario, están dispuestos a dar la vida para defender el Islam frente al enemigo.

Los Defensores del Santuario mostraron que la bandera de la Resistencia sigue alzada. El enemigo, con tanto como ha invertido y tanto como ha gastado a lo largo de estos años, no ha podido arriar la bandera de la Resistencia. Ya sea en Líbano, en Palestina, en Siria, en Irak o en Irán, ni ha podido ni podrá.

Otra consideración importante que tengo aquí anotada es que esos actos de firmeza y ese poderío nacional corresponden en cada país a ciertos factores. Esos factores han de ser preservados. Entre los grandes errores de ciertos países está que eliminan del escenario los factores constitutivos de la estabilidad y el poder. El conjunto de los jóvenes devotos que están dispuestos a dar su vida son el más importante factor de poder de una nación. No hay que sacarlos del lugar de la acción. Esa es una lección para nosotros. Pues bien, gracias a Dios, de eso aquí estamos provistos en gran medida, mientras que en algunos otros países deberían prestar atención a este punto. Deben saber cuáles son los factores de su estabilidad. Cuando los apartan, sucede eso mismo que ha sucedido en algunos países de la región. Sacan los factores de estabilidad y de poder y ocurre como en Siria, ocurre el caos, ocurre la toma de territorio sirio por extranjeros. Entran Estados Unidos, por un lado; el régimen sionista, por otro, y algunos otros países agresores, por otro lado.

Claro, que esos no pueden durar. Siria pertenece al pueblo sirio. Quienes han atacado el territorio del pueblo sirio se verán un día sin duda obligados a retroceder ante la fuerza de la celosa juventud siria. Sin duda, eso sucederá. El invasor debería salir él mismo del territorio de una nación, o de lo contrario los expulsarán. Hoy, los estadounidenses construyen bases en Siria, una tras otra. Sin la más mínima duda, esas bases serán pisoteadas por los jóvenes sirios.

El Líbano simboliza la Resistencia. El Líbano ha sufrido un golpe, pero no se ha doblegado, no ha caído de rodillas. El enemigo asesta golpes, pero fa-ínnahum yaalamuna kama taalamuna (15). También ellos reciben golpes, y quien vence al final es la fuerza de la fe y quienes poseen fe. El Líbano simboliza la Resistencia y vencerá. Yemen simboliza también la Resistencia y vencerá, y Dios mediante, enemigos e invasores, con el codicioso y criminal Estados Unidos a la cabeza, se verán obligados a dejar en paz a la gente de la región, a las naciones de la región y, Dios mediante, a salir humillados de esta región.

Y con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) En este encuentro participaron la familia del mártir Soleimaní, un grupo de familias de los mártires de la Defensa del Santuario, de la Resistencia y del atentado terrorista del Cementerio de los Mártires de Kermán en 2024, familiares de los mártires de las honras fúnebres del mártir Soleimaní en 2020 y familias de los heridos y mártires en los recientes sucesos del Líbano.

(2) Toda alabanza sea para Dios, Señor de los Mundos, y las bendiciones y la paz para nuestro maestro Abulqásim al-Mustafa Muhammad, así como para su familia excelsa, purísima y selecta, en especial para el Imam de la Época.

(3) «¿Acaso buscan la gloria junto a ellos?» (Sagrado Corán, 4:139).

(4) «Pues, en verdad, la gloria pertenece por entero a Dios» (Sagrado Corán, 4:139).

(5) «Quien quiera el poder y la gloria, sepa que todo el poder y la gloria pertenecen a Dios» (Sagrado Corán, 35:10).

(6) Por ejemplo, en el discurso del encuentro del 8 de enero de 2020 con gente de Qom.

(7) El general Jay Garner.

(8) Paul Bremer.

(9) Al-ʿAtabāt al-ʿĀliyāt: Denominación por la que se conocen en el Islam las cuatro ciudades de Irak (Nayaf, Kerbala, Kadimiya y Samarra) donde están enterrados seis de los doce Imames del Islam chií duodecimano (la paz de Dios sea con ellos), que figuran entre los más importantes centros de peregrinación del Islam y de la humanidad.

(10) Barrio que rodea el santuario de la Señora Zainab (la paz de Dios sea con ella) en las cercanías de la capital siria, Damasco.

(11) Alusión al discurso del mártir Ismail Haniyeh, quien fue jefe de la oficina política del Movimiento de Resistencia Islámica palestino (Hamás), en la oración fúnebre ante el cuerpo insepulto del mártir Soleimaní.

(12) Cumbre de la elocuencia, sermón 6: Wa-l-Lahi la akunu ka-d-dábu’i tanamu ‘ala tuli-l-ladm.

(13) «Y a quien combate por la causa de Dios, tanto si es muerto como si vence, Nosotros le daremos una recompensa inmensa» (Sagrado Corán, 4:74).

(14) «Da su fruto en toda época, con permiso de su Señor» (Sagrado Corán, 14:25).

(15) «Ellos también sufren como sufrís vosotros» (Sagrado Corán, 4:104).