EN EL SEGUNDO MES DEL AÑO DE LA ‘INVERSIÓN PARA LA PRODUCCIÓN’ (1)

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.

Wa-l-hamdu li-l-Lah Rabbi-l-Alamín wa-s-salatu wa-s-salamu ala sayídina wa nabíyina wa habibi qulúbina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-t-tabiyina-l-atharina-l-muntayabín sáyama baqíata-l-Lah fi-l-ardain (2).

Sean muy bienvenidos, queridos hermanos, queridas hermanas. Esta reunión anual en la husainiya con los estimados trabajadores es para mí una reunión muy importante. Las cuestiones relacionadas con el trabajo y los trabajadores están vinculadas al destino del país.

En primer lugar, quiero felicitar el auspicioso nacimiento del imam Alí ibn Musa al-Rida (la paz sea con él), y tomemos como buen augurio la coincidencia en el tiempo ode esta reunión con tan distinguido natalicio. Igualmente, deseo evocar la memoria de nuestro querido mártir, el mártir Raisí, que tanta atención prestaba a los asuntos de la gente y en particular a los temas de los trabajadores, y los seguía de cerca.

Los puntos que ha señalado el señor ministro son todos correctos: las carencias que existen, las necesidades que hay, las tareas que deben realizarse —y que él enumeró una por una—todo ello es acertado. El único aspecto que yo quiero destacar es que él mismo, el Ministerio y algunos otros departamentos del gobierno deben entender que el destinatario de esas palabras es ellos mismos. Desde lo más profundo de mi corazón, rezo para que Dios Altísimo los ayude y les dé la suerte de poder llevar a cabo esas tareas. Si se lo proponen y actúan con decisión, pueden hacerlo. En cuanto a las cuestiones de los trabajadores, mucho de lo que había que decir ya se ha dicho; ciertamente, también se han hecho cosas buenas, pero hay algunos puntos en los que hay que insistir; por más que sean reiterativo, hay que repetir. He anotado algunos puntos que voy a mencionar ahora.

El primer punto trata sobre la valoración. El destinatario de esta parte [de mis palabras], que concierne a la valoración del trabajador y del trabajo, son en primer lugar ustedes mismos, los trabajadores; ya que ustedes deben saber valorarse a sí mismos y deben saber cuál es el lugar que corresponde a lo que hacen dentro del conjunto de la creación, de la sociedad y del conjunto de las aspiraciones espirituales y los valores religiosos.

Por un lado, está el tema del valor del trabajador —el trabajador no por el trabajo que realiza, sino en cuanto ser humano—. El trabajador posee dos importantes cualidades que son ambas, ante Dios Altísimo, virtudes excelsas: la primera, que se esfuerza por ganarse el pan, el sustento vital, con su propio esfuerzo y de manera halal; no se convierte en una carga para los demás, no vive de lo ajeno, no depreda a nadie ni se apropia de lo que pertenece a otros. [Se gana el pan] con sus propias fuerzas, con su fuerza de trabajo, y así lo hacen los trabajadores de todo tipo, cada uno de una manera; y eso es una virtud, una buena obra, un acto de gran importancia. Así es como debe vivir una persona; ese es el modelo de vida que debería seguir todo ser humano, valiéndose por sí mismo, apoyándose en sus propias fuerzas. Esta es una cualidad.

La segunda cualidad, que es también una virtud de gran importancia, es que el trabajador satisface necesidades de otros. Ustedes producen bienes industriales, agrícolas y servicios para la gente, y los ponen a su disposición; es decir, contribuyen a la vida de otros. Desde un punto de vista humano, ambas cualidades son sumamente valiosas e implican actos meritorios.

Por señalar un caso de valoración [personal], imaginemos a alguien dado a los actos de adoración, etc., pero que no hace el menor esfuerzo por su propia vida, por su subsistencia o las de su gente. Pues el trabajador que, en cambio, se esfuerza y labora, le es superior. Así ha de valorarse, y esto se aplica tanto al trabajador como tal como a su dignidad humana.

En cuanto a la valoración del trabajo, se trata de algo extremadamente importante, muy destacable. El trabajo es un pilar fundamental en la organización de la vida humana. Sin trabajo, la sociedad humana quedaría paralizada. El capital tiene sin duda su importancia, como la tiene también el conocimiento; pero el capital y el conocimiento, sin la fuerza actuante, sin el trabajador, no sirven absolutamente para nada ni generan beneficio alguno. Es el trabajador el que insufla alma al cuerpo del capital. Este año, el lema que hemos dicho es Inversión para la producción. Muy bien, pero el capital más importante es el propio trabajador. Se pueden invertir capitales financieros, pero tengan presente que, sin la voluntad, las capacidades y el deseo del trabajador, esas inversiones no llegarán a ninguna parte. La función del trabajo es esa; es uno de los pilares esenciales que dan consistencia y continuidad a la sociedad. Por eso ven ustedes como los enemigos de cualquier sociedad —incluidos los enemigos de la República Islámica, desde el inicio de la Revolución hasta hoy—han intentado siempre tratar de disuadir al colectivo trabajador de laborar dentro del marco de la República Islámica, e incitarlo a que protestara; desde el primer día. Un servidor tiene recuerdos de esto, aunque ahora no es el momento de detallarlos. En aquel entonces, eran los comunistas, eran los marxistas quienes buscaban apoderarse de los espacios laborales, tomar el control en ellos y, de repente, paralizar sectores enteros mediante cierres. Todo sector que cerraban quedaba paralizado. Y hoy sigue existiendo la misma motivación: entonces eran los comunistas quienes lo hacían, y hoy quienes lo hacen son agentes de la CIA y el Mosad. Pero, tanto entonces como ahora, nuestros trabajadores se han mantenido firmes y les han respondido con un buen puñetazo en la boca.

Bien, hemos dicho que el capital más importante es el trabajador; que el peso del trabajador es mayor que el del dinero, las investigaciones científicas y cosas por el estilo. ¿Y qué hacemos nosotros con ese capital? Ahí comienzan los deberes que existen para con los trabajadores. Es posible que una parte de ese deber recaiga sobre este humilde servidor, otra parte en el ministro, otra parte en el dueño del capital y el emprendedor, otra en el público en general y otra, en la prensa. En definitiva, existen ciertos deberes para con los trabajadores.

Para que un trabajador pueda desempeñarse correctamente, tanto para realizar bien su labor y ayudar a los demás, como para mantenerse a sí mismo, tiene ciertas necesidades. Una de esas necesidades es la seguridad en el empleo; otra es la seguridad laboral. Esos accidentes que a veces ocurren a los trabajadores, son profundamente dolorosos para cualquier ser humano; son un mazazo. [Una necesidad] es la seguridad. Otra necesidad es resolver las inquietudes por el sustento. Es decir, que estas cosas deben hacerse. Bien, ahora mencionaré algunas de ellas antes de continuar.

Primer tema: la seguridad en el empleo. El trabajador debe saber que mantendrá su puesto, para así poder hacer planes; no ha de estar preocupado por hasta cuándo, cuánto [tiempo estará], ni por que la continuidad de su empleo dependa de la voluntad de otro. Eso es seguridad en el empleo. Esa seguridad debe garantizarse. En un periodo, hace años, cerraron muchas fábricas con distintos pretextos. Claro, eso es lo opuesto a la seguridad en el empleo. A veces, llegaban informes: «Tal fábrica cerró». Preguntábamos por qué, y alegaban que faltaban materias primas, que las máquinas estaban desgastadas y cosas así. Esas cosas se dan, por supuesto, pero tienen remedio. Tienen que ponerles remedio, no cerrar la fábrica.

En alguna ocasión, como ya he contado antes (3), el cierre de las fábricas ha sido un acto de traición. El terreno había aumentado de valor y se trataba de vender la maquinaria por ciertas vías, compensar a los trabajadores de alguna manera y sacarle más rendimiento al suelo… ¡por dinero! Lo hacían por dinero, por lucro personal. Con esto, deben estar alerta tanto los órganos de supervisión como el sistema judicial; es una tarea fundamental. Y en cuanto a los órganos gubernamentales, pues también tienen deberes, tanto el Ministerio del Trabajo como algunos otros organismos. Eso se debe impedir. Según estadísticas que se nos han proporcionado, en el gobierno del mártir Raisí se reactivaron ocho mil fábricas; por lo tanto, se puede. Por lo tanto, es posible reactivar una fábrica cerrada o una que opera a un tercio o un cuarto de su capacidad. Ese fue uno de los logros de aquel querido mártir; a un servidor se lo contó, puede decirse que muchas veces. En resumen, una de las cuestiones que hay es la de la seguridad en el empleo.

Junto a la seguridad en el empleo, déjenme que les diga: miren ustedes, la seguridad en el empleo del trabajador está estrechamente ligada a la seguridad en su puesto del empresario. También él debe contar con seguridad en su actividad. No actuemos de manera que él perciba que su inversión y la preservación de su capital acaban perjudicándolo. También él debe tener seguridad en su actividad. Lo correcto, la política correcta consiste en conseguir obrar de tal modo que se preserven tanto la seguridad en el empleo del trabajador como la de la otra parte.

El segundo tema que resulta necesario para el sistema laboral y que traigo anotado es la cuestión del desarrollo de habilidades. Una de las cosas que debemos hacer es esforzarnos por que nuestros trabajadores se conviertan en trabajadores hábiles. Si el trabajador se vuelve hábil en su trabajo, se obtendrá un trabajo mejor, de mayor calidad y más destacado, lo que naturalmente beneficia al fabricante, beneficia al trabajador y beneficia a la sociedad; beneficia a todos. Este es otro de los [temas] importantes. Y bien, para la adquisición de habilidades contamos también con organismos. Justo ahora, de camino, me hablaba de ello el honorable ministro, y yo estoy al corriente. Una base muy buena son los centros de formación técnica y profesional. Entre nuestros jóvenes, e incluso entre nuestros adolescentes, hay personas que no prefieren la vía de los estudios universitarios a esta otra vía de aprendizaje profesional y técnico, y es en esto en lo que trabajan. Esos son los mejores trabajadores; las mejores personas que pueden servir al país, servirse a sí mismas, elevar su nivel de vida y también elevar el nivel de vida de la gente. Esa posibilidad existe. Por supuesto, junto a los centros de formación técnica y profesional —que son importantes y en los que yo he insistido muchas veces—, las grandes empresas pueden también, al margen de su actividad principal, establecer mecanismos para el desarrollo de habilidades. Eso también es posible; es de las cosas que se deben hacer. Las grandes empresas pueden hacerlo; organizar cursos; que organicen cursos temporales y den a los trabajadores las habilidades necesarias para que puedan realizar su trabajo mejor y con mayor habilidad.

Otra cuestión, como he señalado, es la de la seguridad del trabajador —la seguridad física del trabajador—. Ciertamente en estos últimos dos o tres años nos han llegado trágicas noticias de las minas, pero el problema no se limita a ese sector; de otros lugares también me han llegado informes; la seguridad laboral es también un tema de suma importancia en los demás lugares de trabajo. Hay que tomar precauciones y actuar, tanto desde el punto de vista del seguro social como del cumplimiento de las normas técnicas, de modo que la seguridad de los trabajadores esté garantizada.

Algo importante en relación con la defensa de los trabajadores es la cuestión del consumo de productos nacionales, tema que un servidor subraya y recalca desde hace años (4), y que se incluyó en el Sexto Plan (5). Por más que algunos no lo implementaron correctamente, allá donde se aplicó fue beneficioso. Cuando compramos productos de fabricación nacional, estamos ayudando de hecho al trabajador nacional y al inversionista nacional; mientras que, cuando elegimos y compramos la versión extranjera de un producto que existe dentro del país, lo que eso significa es que estamos favoreciendo al trabajador de ese país, al inversionista de ese país, ayudándolos por encima de nuestros trabajadores. ¿Es eso justicia? ¿Es eso humanidad?

Por supuesto, se dan algunas excusas, como que la calidad del producto nacional es tal o cual. ¡Pero no! En algunos casos, la calidad de la producción nacional es muy buena. Actualmente, en algunos artículos y utensilios domésticos y demás, la calidad de nuestros productos no es inferior a la de los extranjeros, si no es mejor. Hagamos de esto parte de la cultura general, de la cultura corriente; que todo iraní considere un deber consumir productos iraníes, salvo cuando algo no se produzca dentro del país. Todos deben ver como un deber [consumir] lo que se produce dentro del país; hagámoslo parte de nuestra cultura.

He oído que un organismo anunció recientemente que se había levantado la prohibición de importar productos que tienen equivalentes nacionales. ¿Por qué levantarla? Promuevan aquello que se produce dentro del país; y si la calidad no es buena, esfuércense por mejorar la calidad. Hace algunos años, un servidor dijo aquí mismo (6) respecto a los automóviles, que decían que el consumo de gasolina de los vehículos nacionales era excesivo, que si en una situación de cerco económico y científico, en la que los poseedores de conocimiento a nivel mundial cerraban las puertas a los científicos y estudiantes iraníes, el científico iraní iba y lograba hazañas importantes; y si el joven iraní podía fabricar misiles como esos, producir armamento como ese, fabricar productos que causaban la admiración del enemigo, que decía que se levantaba en señal de respeto ante aquello (7), podían también fabricar automóviles con menor consumo y mejor factura. Trabajemos en ello, centrémonos en ello. Lo más fácil es decir «muy bien, abramos las puertas para que entren productos extranjeros». Pero eso perjudica al país, perjudica al colectivo de los trabajadores, perjudica al conjunto del país. Por tanto, algo importante para la defensa del trabajador es que consumamos productos nacionales y lo integremos en nuestra cultura.

Algo importante que a mi juicio requiere una planificación integral y exhaustiva por parte de las autoridades y que beneficia mucho al trabajador —tanto al trabajador como al empleador— es que el trabajador sea partícipe de las ganancias derivadas de la producción. Si el trabajador percibe que, a mayor rentabilidad del producto, mayores serán sus beneficios, se verá motivado a perfeccionar su labor: se lo motivará a ejecutarla mejor, con más perfección y esmero; como en ese hadiz que he repetido tantas veces: Ráhima-l-Lahu imran ámila ámalan fa-atqánahu (8). El trabajo bien hecho, impecable.

Hoy, en el extranjero, algunas fábricas que producen ciertos artículos estampan en ellos la fecha de fundación de la factoría; se enorgullecen de que esa fábrica comenzó a funcionar cien años antes. Que una unidad productiva —he puesto un ejemplo de producción industrial, pero esto aplica también a otros sectores productivos e incluso a ciertos servicios— sea capaz de operar de tal modo que mantenga una clientela durante cien años y se enorgullezca de ello es lo mejor que se puede hacer. Esto se logra mediante la participación de los trabajadores en los beneficios de la fábrica. Esta es otra cosa importante por hacer.

Otro punto relevante al que ha hecho alusión él (9) es la cuestión de la vivienda obrera. Si los grandes centros de trabajo colaboran con las cooperativas de vivienda obrera —suponiendo que existan tales cooperativas, allá donde existan—, eso sería de la mayor ayuda para el obrero. Si no existe una cooperativa, pueden crearla, ayudar a que se cree, o incluso construir viviendas corporativas junto a las grandes fábricas. Así, se eliminaría la preocupación por la vivienda, que es una de las más importantes, y los trabajadores podrían estar tranquilos a ese respecto. Esta es una de las contribuciones más significativas que pueden hacerse por los trabajadores.

Un tema más que he anotado aquí es la cuestión de la cultura del entorno laboral. Miren ustedes, en la filosofía de los marxistas y los comunistas, el entorno de trabajo es un espacio de conflicto y de enemistad; el obrero debe ser enemigo del dueño de la fábrica. Esa es su filosofía: de modo general, la dinámica de la sociedad es una dinámica de oposición mutua y de antagonismo. Para ellos, la historia, los asuntos sociales, la política y la economía están regidos por el conflicto. Durante muchos años, estancaron a la gente en esa idea equivocada, arruinándose a sí mismos y a muchos pueblos del mundo. El Islam, en cambio, propone exactamente lo contrario. El Islam ve el entorno de vida, de trabajo, el entorno histórico como espacios de alianza, de cooperación y de reflexión conjunta. Quienes estudian el Corán con atención, que observen la recurrencia en el texto coránico de la palabra zauyiat [«emparejamiento, matrimonio»], la palabra zauch [«pareja»]: Subhana-l-ladi jálaqa-l-azuaya kúl·laha mimma túmbitu-l-arzu wa min anfúsihim wa mimma la yaalamún (10). Es decir, que en todo en el universo existe compañía, empatía, cooperación y sinergia. Lo mismo se aplica al ámbito laboral: debe haber sinergia, y ambas partes deben ayudarse con sinceridad, no solo de palabra.

Un último punto. Cuando hablamos de trabajadores, no se piense solo en los obreros industriales: trabajadores de la construcción, trabajadores agrícolas, trabajadores de los mercados de abastos, las damas que trabajan dentro del hogar —que hoy, gracias a los dispositivos de comunicación, etc., muchas trabajan desde la casa, se benefician de ello y obtienen ingresos—. Todos ellos deben ser objeto de atención desde el punto de vista del seguro social y los distintos aspectos.

Permítanme decir algo sobre las malintencionadas políticas que se aplican hoy en el mundo contra los pueblos. Se está intentando relegar al olvido las cuestiones relativas a Palestina, y los pueblos musulmanes no deben permitirlo. No deben permitirlo. Se está intentando apartar las mentes de la causa palestina con rumores diversos, diciendo todo tipo de cosas, planteando cuestiones nuevas, diciendo cosas irrelevantes, cosas sin sentido… Las mentes no deben apartarse de la cuestión palestina. El crimen que el régimen sionista está perpetrando en Gaza, en Palestina, no es algo que pueda pasarse por alto: el mundo entero debe alzarse frente a ellos; tanto frente al propio régimen sionista como frente a sus sostenedores (11). ¡Sí! Su lectura de la situación es correcta. Los estadounidenses están verdaderamente dando su apoyo. En fin, en el ámbito político se dicen cosas, se hacen declaraciones que pueden hacer pensar lo contrario, pero la realidad es otra distinta.

La realidad es que el oprimido pueblo palestino, la oprimida población de Gaza, no se enfrenta hoy solamente al régimen sionista, sino también a Estados Unidos, a Inglaterra. Son ellos quienes están fortaleciendo de ese modo a esos criminales, cuando su deber sería detenerlos. Son ellos quienes les han dado armas; son ellos quienes les han proporcionado recursos. Cada vez que se ven en apuros, recurren a ellos y reciben ayuda de su parte. Y ahora que son testigos de los crímenes que cometen —tanta matanza, tanta masacre, tanta barbarie—, es imperativo hacerles frente. Es deber de Estados Unidos detener esos crímenes, pero no solo no lo hace, ¡sino que incluso los ayuda! Así que el mundo debe alzarse verdaderamente tanto frente al régimen sionista, como frente a quienes lo ayudan, incluido Estados Unidos. Ciertos eslóganes, ciertas ideas, ciertos acontecimientos efímeros no deben hacer que la causa palestina se olvide.

Por otra parte, un servidor tiene la convicción de que, con la ayuda divina, por la gloria de Dios, Palestina vencerá a los ocupantes sionistas. Eso sucederá. El mal puede hacer algún alarde, brillar unos días… pero es pasajero y caerá inevitablemente; de eso no cabe duda. Esas apariencias que se ven, las cosas que hacen, ciertos avances que consiguen en Siria o en otros lugares no son muestras de fuerza sino de debilidad, y conducirán a una debilidad mayor aún, Dios mediante. Esperamos que el pueblo de Irán y todos los pueblos devotos lleguen, Dios mediante, a ver con sus propios ojos ese día; el día de la victoria palestina sobre los invasores y usurpadores de su tierra.

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Al comienzo del encuentro, pronunció unas palabras el doctor Ahmad Meydarí, ministro de Cooperativas, Trabajo y Bienestar Social.

(2) Alabado sea Dios, Señor de los mundos, y que la paz y las bendiciones sean con nuestro maestro y profeta, amado por nuestros corazones, Abulqásim al-Mústafa Muhammad, y con su familia excelsa, purísima y selecta, en especial para el Imam de la Época.

(3) Véase el encuentro con el presidente de la República Islámica y el gabinete de ministros del 29 de agosto de 2018.

(4) Por ejemplo, en el encuentro del 9 de mayo de 2022 con los trabajadores.

(5) Véanse las directrices generales del Sexto Plan de Desarrollo (30/06/2015).

(6) Discurso por videoconferencia con unidades productivas (06/05/2020).

(7) Referencia a declaraciones de Uzi Rubin, antiguo presidente de la organización de defensa antimisiles del régimen sionista, que en 2015 dijo que «se quitaba el sombrero» en señal de respeto por los ingenieros que fabricaban los misiles de Irán.

(8) Masá’il Ali ibn Yaafar wa mustadrakátuha, pág. 93 (con alguna ligera variación).

(9) El ministro de Trabajo y Asuntos Sociales.

(10) «Glorificado sea Quien ha creado parejas de todo, de las plantas que surgen de la tierra, de ellos mismos y de lo que ellos no conocen» (Sagrado Corán, 36:36).

(11) Gritos de «¡Muerte a Estados Unidos!» entre los asistentes.