En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso.
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Sobre los derechos de la mujer, el primer derecho que se debe reconocer a la mujer es el de la justicia en el trato social y en el trato familiar. Justicia en la sociedad, justicia en el hogar; ese es el primer derecho de las mujeres. Eso se debe garantizar; todos tienen el deber de garantizarlo. También los Estados y gobiernos tienen ese deber; el común de la gente, también.
Forma parte de los derechos de la mujer que se preserve su seguridad, inviolabilidad y dignidad. La dignidad de la mujer debe ser preservada. La abyecta lógica del capitalismo anula y pisotea la dignidad de la mujer. En el Islam, uno de los elementos más fundamentales es la dignidad de la mujer, el respeto a la mujer. Según un hadiz, el Profeta dijo: Al-már’atu rayhana wa laysat bi-qahrimana (1). He mencionado este dicho muchas veces, y deseo expresamente que se diga. Qahramán se dice de alguien que administra alguna tarea; por ejemplo, si alguien tiene un jardín, un huerto, un negocio, a la persona que organiza los asuntos y carga con las dificultades, en árabe le dicen qahrimana. Pues el Profeta dice al-már’atu rayhana. Rayhana significa «flor», «planta aromática»; la mujer en el hogar es como una flor. Wa laysat bi-qahrimana; y no es la administradora de la casa para que ustedes le digan «¿por qué no hiciste esto?», «¿por qué no hiciste lo otro?», «¿por qué no está limpia la casa?». Rayhana: es una flor, y una flor hay que cuidarla, hay que preservarla. Y ella hará que ustedes disfruten de su color, de su fragancia, de sus cualidades. Fíjense, así es como el Islam ve a la mujer.
Hay un lugar en que el Corán, para que se comprenda la importancia de la acción, el pensamiento y el camino que recorre la mujer, presenta un ejemplo insólito: Wa dáraba-l-Lahu mázalan li-l-ladina ámanu-mrá’ata Fir’áun (2). Es decir, Dios Altísimo establece para los creyentes un modelo, un ejemplo, un paradigma, una vara de medir, y esa vara de medir es para todos los creyentes, no solo para las mujeres: Dáraba-l-Lahu mázalan li-l-ladina ámanu. Establece una vara de medir para todos los creyentes. ¿Y cuál es esa vara? Una es la mujer de Faraón, y la otra, wa Máryama-bnata ‘Imrán (3). En otras palabras, todos los hombres del mundo, todos los creyentes del mundo, para ver si el camino por el que van es correcto o no, deben mirar a esas dos mujeres y ver cómo actuaron, qué hicieron ellas. Ese es el camino de su salvación. Así mira el Islam a la mujer.
Los derechos de la mujer en la sociedad deben ser preservados; que no haya discriminación, que hoy existe. Hoy, en muchos países occidentales, el salario de las mujeres es menor que el de los hombres por un mismo trabajo; hoy es así. Eso es pura injusticia. Valoración equitativa respecto a los hombres por el trabajo que realizan —la remuneración—, igualdad de beneficios estatales con los hombres, como el derecho al seguro para las mujeres que trabajan, seguro para mujeres cabeza de familia, días libres específicos para las mujeres y decenas de cosas más; eso debe respetarse. Esto, en la sociedad.
En el hogar, el derecho más importante que tiene la dueña de la casa y mujer del hogar es el amor. La más importante necesidad que tiene y el derecho más importante que posee es el amor, el afecto. En los hadices se recoge que los hombres deben decir a sus esposas «te amo»; que lo digan con claridad, ¡aunque ella ya lo sepa! Ese es el primero [de los derechos de la mujer].
Otro gran derecho importante de las mujeres en el hogar es la ausencia de violencia. En la decadente cultura occidental, son muchísimos los casos de violencia de los hombres hacia las mujeres. ¡Muchísimos! Muertes de mujeres a manos de sus maridos, golpizas a mujeres a manos de sus maridos… eso existe en Occidente; es una de las mayores perversiones. En una historia —por supuesto, es ficción, pero refleja una realidad de Estados Unidos—, un hombre llega a casa y da una paliza a su esposa; así es. Miren, cuando un patrón cultural se difunde, eso pasa. [La mujer] hace algo, se comporta con terquedad, lo desafía, hasta el punto de que tal vez su esposo se enoje y quiera golpearla, [pero] no sirve de nada; no la golpea. Cuando ese patrón cultural se propaga, toma esa forma. Prohibición de la violencia, en la forma que sea.
La dirección de las tareas del hogar: el jefe de la casa, el director de la casa son las mujeres y señoras de la casa. Ayuda del esposo en las tareas derivadas de tener hijos. No imponer a la mujer las tareas domésticas –no se le deben imponer—. Agradecimiento porque, a pesar de la insuficiencia de los ingresos, las mujeres hacen funcionar el hogar; nosotros no solemos prestar mucha atención a ese detalle. Observen ustedes: el hombre obtiene, por ejemplo, un ingreso de la oficina que no varía, y los productos suben de precio, pero el hogar sigue funcionando; a mediodía, la comida está lista. ¿Quién consigue eso? ¿Quién es el artista que hace que el hogar funcione? Otro derecho es dejar abiertas las vías para el progreso y el avance, como son los estudios y la adquisición de conocimientos, o algunos oficios propios de la mujer y similares. Esto es un resumen de la visión del Islam sobre la mujer. Un resumen, porque si alguien se propone explicar la visión del Islam sobre la mujer, una sesión de media hora o una hora no basta. Es mucho más extenso. Esto es un resumen, lo que yo he podido expresar en estas pocas palabras que he expresado.
En las antípodas está la visión occidental, la visión del capitalismo occidental; verdaderamente está en el extremo opuesto. En el Islam, la mujer goza de independencia en su avance y progreso; tiene capacidad, tiene un lugar propio, tiene identidad. ¡Allá no! Allá, la identidad de la mujer está subordinada a la del esposo: usted tiene un apellido y, cuando se casa, ese apellido se desecha ¡y recae sobre usted el apellido del esposo! Eso es una señal, una marca: absorción por el hombre, dominación por la identidad del hombre. La desigualdad salarial, la desconsideración del honor y el respeto hacia la mujer, el ver a la mujer como objeto material. Ven a la mujer como un medio de goce material. Es posible que tal individuo noble respete a su mujer; no hablamos de ese, sino de la actitud general, de ver a la mujer como mero objeto de disfrute. Es eso lo que significan esas bandas delincuenciales que recientemente han causado revuelo en Estados Unidos: que la visión que se tiene de la mujer es la de un objeto de placer. Es un instrumento, un medio. Y cuando eso se instala en la cultura, ni siquiera la propia mujer se da cuenta de que se ha convertido en instrumento; hasta se enorgullece. ¡Se enorgullece!
La destrucción de la estructura familiar. Uno de los principales pecados que ha cometido la civilización y cultura capitalista occidental es haber destruido la estructura familiar; la familia entendida como un conjunto unido, cohesionado y afectuoso, apenas existe ya. Leí en un libro extranjero de una pareja que queda en llegar los dos a la misma hora a casa para tomar el té, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, sabiendo los niños que sus padres a esa hora estarán ahí. La reunión familiar consiste en que, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, llegue del trabajo la mujer, llegue del trabajo el hombre, llegue también el niño —niño o niña—, y después cada uno se vaya a sus asuntos; o bien tienen trabajo, o tienen tareas que atender, o alguna reunión de amigos, o bien van al gimnasio; y constantemente miran a ver si son ya por ejemplo las cinco, que es cuando la reunión debe terminar. ¡Ese es el estado de la familia allá!
Niños que no conocen a su padre, disminución de los lazos familiares, destrucción de la estructura familiar, bandas que cazan a jóvenes muchachas, promoción creciente del libertinaje sexual… ¡llamándolo «libertad»! Acaso uno de los mayores pecados de la lógica y la cultura del capitalismo occidental sea la adopción de todas esas conductas reprobables, ¡llamándolas «libertad»! Seducen, engañan… y lo llaman libertad. Y aquí, cuando quieren propagar esa misma cultura, dicen: «¡Estamos trayendo la libertad!». En realidad, están encadenando, están esclavizando, pero lo llaman libertad. Este gran problema, relacionado con la dignidad y el lugar de la mujer en el ámbito social y familiar, ha pasado a ser parte de la cultura; una cultura errónea y descarriada.
Por otra parte, en el pasado, en siglos anteriores, en Europa no era así; esto se ha intensificado principalmente en el último siglo y en torno a él hasta tomar esta forma, y desafortunadamente ellos mismos insisten en exportar esa cultura a todo el mundo. Los occidentales y los capitalistas insisten en que esa cultura debe difundirse, y elaboran además argumentos para defenderlo. Si la mujer observa el hiyab y se fija a sí misma esas limitaciones, dicen ellos, quedará rezagada en su progreso. La República Islámica ha refutado ese planteamiento erróneo y lo ha aplastado bajo sus pies. En la República Islámica se ha demostrado que la mujer musulmana observante, la señora con hiyab, comprometida con la vestimenta islámica la vestimenta islámica, puede progresar en todos los ámbitos más allá de las demás; puede desempeñar un papel, tanto en la sociedad como en el hogar. Es al amparo de esa perspectiva que en la República Islámica, tras el triunfo de la Revolución, nuestras señoras, nuestras mujeres, nuestras muchachas y jóvenes han progresado en todos los ámbitos —en los datos de educación, en el estado de la sanidad y los cuidados médicos, en esperanza de vida, en los campos de la ciencia y el deporte, en el apoyo en el Yihad—. Esta señora (4) dijo bien: aquellos queridos mártires nuestros no habrían podido dedicarse tanto a esa acción de lucha y esfuerzo hasta alcanzar ese glorioso final —el martirio— si no hubiesen tenido las esposas que tuvieron. Ellas soportaron dificultades; fueron ellas quienes lograron organizar su apoyo de Yihad de tal manera, cooperar con sus esposos muyahidines de tal modo que ellos pudieran situarse en la cumbre del Yihad.
Lo que han sido capaces de lograr en esos campos hoy nuestras señoras, nuestras mujeres, en los centros de pensamiento e investigación, carece de precedentes en la historia de Irán; sin duda. Nunca hemos tenido en Irán esta cantidad de científicas, de pensadoras; nunca hemos tenido esta cantidad de personas capaces de exponer un pensamiento dinámico, de ofrecer soluciones; nunca. No es ya que no las tuviéramos en esta cantidad; ¡ni la décima parte teníamos! Puedo decir que no teníamos ni una centésima parte de esto. A Dios gracias, con el progreso de la ciencia del país entre las mujeres, la República Islámica ha hecho que las señoras destaquen así en el mundo. Ya sea en el campo de la ciencia, en la esfera social, en el ámbito político o en el deporte, nuestras mujeres están, a Dios gracias, en la vanguardia.
Lo último que digo es esto: mi recomendación a los medios de comunicación es que cuiden de no ser un factor para la promoción del erróneo pensamiento de los occidentales. Nuestros medios deben cuidar de no convertirse en instrumentos para la promoción del pensamiento occidental y capitalista, falso y erróneo respecto a la mujer; de no servirles de instrumentos. Cuando se discute sobre el hiyab, sobre la vestimenta de las mujeres, sobre la colaboración entre hombres y mujeres, no vaya un medio de dentro de la República Islámica a repetir lo que dicen ellos, destacando y magnificando sus palabras. Promuevan el Islam, expresen el punto de vista del Islam. La visión del Islam es digna de orgullo. Si nosotros, entre nosotros mismos y en los foros mundiales, presentamos ese pensamiento, esa perspectiva, esa gran y eficaz teoría, sin duda muchas personas del mundo se inclinarán hacia el Islam; y lo harán en especial las damas. Esa es la mejor promoción del Islam y esperamos que, Dios mediante, todas ustedes tengan éxito en esta labor.
Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.
Notas
(1) «La mujer es una (delicada y fragante) flor, no una administradora».
(2) «Y Dios pone como ejemplo para los creyentes a la mujer de Faraón» (Sagrado Corán, 66:11).
(3) «Y a María, hija de Imrán» (Sagrado Corán, 66:12).
(4) Referencia a las palabras de la esposa del mártir Golam Alí Rashid.