Desde entonces hasta los Acuerdos de Oslo de 1993 y, posteriormente, a través de los planes complementarios auspiciados por los Estados Unidos y otros Estados colonialistas, impuestos a los capitulantes palestinos, el enemigo ha intentado que el pueblo y los grupos palestinos abandonen la opción de la resistencia y se mantengan ocupados con juegos inútiles en el tablero de ajedrez político. Muy pronto, todos se dieron cuenta de que esos acuerdos y tratados carecían de valor. Los sionistas y sus protectores han demostrado una y otra vez que esos acuerdos no son más que papel mojado. El propósito de esas maniobras era sembrar dudas entre los palestinos, despertar la codicia de individuos impíos y paralizar a la Resistencia islámica. La resistencia de los grupos islámicos y de la nación palestina siempre ha sido la antítesis de estos viles juegos traicioneros. Contando con el respaldo divino, ellos se alzaron contra el enemigo y, tal como había prometido, Dios el Altísimo los recompensó con su ayuda y les aseguró la victoria.