El Corán nos enseña, respecto a cómo afrontar los triunfos: «Cuando llegue el auxilio de Dios y la victoria, y veas a los seres humanos entrando en la religión de Dios en oleadas sucesivas, glorifica con alabanzas a tu Señor y busca su perdón». No nos dice «festéjalo» ni, por ejemplo, «vete a una plaza a gritar consignas», sino que dice: «glorifica con alabanzas a tu Señor». Nos dice que hagamos alabanzas. Lo ocurrido no se debe a nosotros, sino a Dios. «Busca su perdón». Entre todos los actos y movimientos, es posible que uno haya descuidado algo, por lo que debe pedir perdón a Dios el Altísimo.

Así es como se deben afrontar los acontecimientos positivos. No hay que enorgullecerse, sino mantener presente que «no erais vosotros quienes los matabais, sino Dios Quien los mató». Esa vanagloria, ese engreimiento respecto a Dios, en el que el ser humano se hace ilusiones respecto a sí mismo, (no es correcta), «porque lo correcto es que los fieles no se jacten en Tu lugar». En las súplicas de la Sahifa Sayadiya se dice que los fieles sinceros no deben vanagloriarse por Dios y decir: «nosotros ya tenemos a Dios y estamos bien…». ¡No, señor! Dios el Altísimo no tiene miramientos tampoco con los fieles sinceros. Si en un momento dado cometen un error, reciben su castigo. Cuando algo tiene lugar, algo positivo que se lleva a cabo, no lo consideremos cosa nuestra, consideremos que es cosa de Dios, porque esa es la realidad.

 

14 de marzo de 2018