«Las potencias arrogantes se equivocan si creen que es posible poner de rodillas a la República Islámica como a cualquier otro Estado, con las herramientas habituales ―asedio propagandístico, presiones políticas, asedio económico y similares―. No. Es un error. Aquí entran en juego la cuestión de la convicción, la de la fidelidad a la religión, la de un deber divino respecto a la gente y la defensa de este Gobierno y este Estado, que enarbolan la bandera del Islam. Y el deber de los demás musulmanes del mundo es el mismo. Por eso, desde el principio de la Revolución, organizaron tanta oposición, hostilidades y conflictos políticos, económicos y militares variopintos como pudieron contra la República Islámica. Lo que decía siempre nuestro gran imam Jomeiní (Dios esté satisfecho de él) era que esas hostilidades no iban en realidad contra nosotros, sino contra el Islam y el Corán. Ese es un punto al que deben prestar atención todos los musulmanes del mundo. Aquellos que hoy en día están en lucha con la República Islámica en el terreno de la propaganda, en el enfrentamiento político y con esfuerzos económicos diversos son personas que han hecho patente su enemistad con el Islam. Los esfuerzos de esas personas no están ocultos. Ciertamente, en el pasado no mostraban tanto su hostilidad al Islam, pero el avance del movimiento islámico los ha llevado a mostrar lo que llevan dentro.

Este último incidente que ha tenido lugar por parte de Estados Unidos e Israel ―que opera como perro encadenado del Gobierno estadounidense― a propósito de lo ocurrido en Argentina es un ejemplo de esa hostilidad. Claro está que, para nosotros, ese tipo de propaganda no es ni nuevo ni importante. En vida del imam (que Dios esté satisfecho de él), durante los diez años posteriores a la Revolución, la República Islámica se enfrentó sin cesar a la propaganda hostil del enemigo. No me viene a la memoria ningún periodo en el que no haya existido esa propaganda contra la República Islámica, con distintos pretextos. Al final, la República Islámica ha salido siempre airosa y vencedora, y también en esta ocasión ha sido así, en el escándalo creado a propósito del suceso de Argentina. La República Islámica no teme ese tipo de propaganda. Nuestro Gobierno y nuestro país no resultan perjudicados ni sufren daños por los escándalos propagandísticos de los periódicos a sueldo del mundo, de las emisoras de radio sionistas, de los gobernantes deslenguados estadounidenses y demás. Han hecho tanta propaganda contra nosotros ¡que nos hemos vuelto “a prueba de golpes” frente a ella! Por ese lado, el asunto no tiene importancia. Y tampoco la gente del mundo cree esa propaganda, salvo algunas personas simples que no ven más allá de las apariencias. Tampoco por ahí salimos muy perjudicados. He oído que, incluso en la propia Argentina, la gente está descontenta por la posición ―marcada por la debilidad― del Gobierno. Piensan que este asunto tiene su origen en Estados Unidos e Israel. Al final, esa idea ha quedado establecida para el mundo entero. En ese momento, lanzaron una propaganda descabellada, sin pies ni cabeza, y armaron un escándalo. El pueblo argentino incluso se dio cuenta de ello, y en buena lógica lo debe de saber también la mayoría de la gente del mundo» (26/08/1994).