«Un milagro consiste en la exposición de una realidad existente de la que el espectador ve solo el propio fenómeno manifestado sin tener noticia de sus causas, las cuales no es por tanto capaz de conocer. En cuanto a la magia, es la exposición de una fantasía o ilusión que se muestra como si fuera real. En la historia del profeta Moisés (con él la paz), lo que él hacía era arrojar su vara, que Dios mediante se convertía en una serpiente real (…). Igualmente, cuando golpeó la roca con la vara, aquella roca se partió de verdad, y de ella brotaron doce fuentes de las que manaba agua, y quienquiera que bebía de aquella agua sentía su sed saciada; es decir, que la materia de aquella agua entraba en su cuerpo, sin que hubiera en ello ilusión alguna. O cuando golpeó el mar con la vara: “Entonces revelamos a Moisés: ‘¡Golpea el mar con tu bastón!’, y este se partió” (26:63). Aquella parte del mar se transformó de repente en doce caminos; en medio de las aguas se extendieron doce caminos sobre el fondo marino, y junto a esos caminos se agitaba un muro de agua mientras pasaban los Hijos de Israel. De haber sido aquellos caminos cosa de fantasía, no hubiera sido posible atravesar el centro del mar por una vía ficticia, por lo que se trató de un milagro.

»La magia, sin embargo, es como las cuerdas y varas de hechicería del faraón, que fueron, las arrojaron y, al caer al suelo aquellas cuerdas y varas, a aquellos que lo estaban contemplando les pareció que se movían; aunque en realidad no lo hacían, el efecto de aquella magia sobre los ojos de los observadores les sugería ese movimiento. Es por eso que dice el Corán: “Entonces le pareció, por efecto de su magia, que sus cuerdas y bastones caminaban” (20:66).  Por efecto de la magia de aquellos hechiceros, parecía a su imaginación que se movían. Así pues, un milagro es una realidad existente, una verdad, y la magia es algo imaginario y falso: un embuste. De ahí que en el Corán se hable de esa hechicería de los magos del faraón como de “trucos de mago”: “En verdad, lo que han creado son trucos de mago” (20:69). Se trataba de ardides, de trucos de magia que no eran reales. “Y el mago no triunfará donde quiera que vaya” (20:69). Los magos no triunfarán. Supongan que un hechicero hace magia y, por ejemplo, entra por la boca de un animal como un dromedario y sale por el trasero. En apariencia, ustedes ven cómo ha entrado por la boca del dromedario y luego como sale por detrás, pero ¿ha entrado realmente en el estómago de ese animal, y ha atravesado luego los intestinos delgado y grueso hasta salir al exterior? Pues no, tal movimiento no ha tenido lugar en absoluto, pero ustedes se lo imaginan así. También está, como se cuenta en narraciones históricas, que un hechicero separe con su magia la cabeza de alguien de su cuello y vuelva luego a ponerla en su lugar ¡en su estado normal! ¿Acaso a esa persona se la mató? Algo así no es posible; ahí lo que había era magia. Luego, cómo se consigue hacer esa magia y de qué capacidad dispone el mago para poder crear esa ilusión en las mentes de los observadores es ya otra cuestión» (20/05/1992).