«En el campo cultural, magnificar al enemigo se manifiesta de otra manera: sentimiento de pasividad, fascinación por la cultura del contrario, desprecio de la cultura propia, orgullo por el apego a la cultura extranjera. Hay algunos que cuando hablan, cuando dicen algo, se enorgullecen de utilizar una palabra europea (...). Uno de los resultados de esa magnificación es que aceptamos su cultura, sus costumbres, sus hábitos vitales, su estilo de vida» (