«Desde comienzos de los años 2000, cuando empezaron las fechorías militares de EE.UU. en nuestra región —en Afganistán, en Irak—, con lo que EE.UU. entró oficialmente en el campo de batalla y cometió verdaderas fechorías, desde aquel mismo comienzo, entró en acción el mártir Soleimaní. No pensó en el peligro, no pensó en la magnitud del enemigo (...). En Nayaf, en el patio purificado del Príncipe de los Creyentes, se había atrincherado un reducido grupo de jóvenes, unos jóvenes, desamparados, sin tener ni armas adecuadas ni comida adecuada siquiera. Allá sintió Soleimaní que tenía un deber, empezó a trabar contacto con ellos y los ayudó. Los salvó (...). Primero entró en acción Soleimaní. Los estadounidenses no habían idoa Irak a quitar a Saddam y volverse. Habían ido a quitar a Saddam y ponerse ellos en su lugar. Primero, pusieron a gobernar Irak a un gobernador militar, a un general del ejército. Luego, vieron que aquello quedaba muy feo, lo quitaron y pusieron a un político llamado Bremer. Quien hizo que quitaran a aquella segunda persona y que Irak, en un difícil, complicado y largo proceso, llegara a manos de los propios iraquíes y ellos mismos eligieran a sus propios gobernantes, en aquel momento crucial, fue el mártir Soleimaní, con las cosas que hizo. Inició una guerra híbrida: guerra cultural, guerra militar, guerra propagandística, guerra política. Esas cosas las hizo Hach Qasem» (01/01/2025).