Tras la disolución de la Unión Soviética y la desaparición del “sistema bipolar”, Estados Unidos que se autoproclamaba ganador de la Guerra Fría pretendía crear un sistema de seguridad hegemónico “unipolar”, un enfoque aplicado por el entonces presidente estadounidense, George Herbert Walker Bush. En el nuevo orden mundial que él proponía, encajaba en la nueva estructura unipolar, por lo que Estados Unidos debía permanecer en la cima de la pirámide del poder global como una hegemonía duradera, buscando mantener la estructura unipolar en diversas regiones del mundo.

Asia Occidental ha vivido durante la historia muchas guerras y crisis, sobre todo, desde el siglo XIX ha sido blanco de competencias e injerencias de las grandes potencias. De hecho, esta región, durante muchos años ha permanecido como una de las áreas más internacionales del mundo. También, distintos acontecimientos sucedidos en esa zona fueron influenciados por esa importancia para las grandes potencias. Por lo tanto, el orden de seguridad ejercido en esta región, puede desempeñar un papel crucial en la estructura de seguridad internacional. Tras el fin de la Guerra Fría, y con la entrada del mundo en una nueva era dominada por la hegemonía estadounidense, la naturaleza y la magnitud de la influencia de las grandes potencias en los complejos de seguridad regional, la modificaron considerablemente. En base a esta redefinición, Estados Unidos, al considerar al Asia Occidental como una de las regiones más caóticas, que podrían convertirse en el núcleo de la seguridad global, intentó ejercer un control efectivo sobre esta área mediante diversas acciones, como los proyectos del Gran Oriente Medio y el Nuevo Oriente Medio, el cambio de régimen en países no alineados y su aislamiento estratégico.

Tras el fin de la Guerra Fría hemos sido testigos de una nueva fase del hegemonismo estadounidense en el mundo, en el que la Administración de EE.UU. traza un orden hegemónico en un ámbito más amplio, especialmente, en las regiones sensibles del mundo. Por ejemplo, cuando el ejército iraquí invadió Kuwait en 1991, el gobierno estadounidense se involucró en el conflicto para salvar el orden que tenía en mente, afectando directamente a los países de la región, como Irán, Arabia Saudí, Turquía, entre otros, debido a esta crisis de seguridad. El proceso de la creación de un nuevo sistema de seguridad que fortaleciera la nueva hegemonía, experimentó cambios significativos en los años posteriores a la invasión militar de Irak por parte de la coalición liderada por Estados Unidos. Entre las razones de este cambio se encuentra la formación de una nueva coalición de seguridad en Asia Occidental, que algunos expertos denominaron “el Frente de la Resistencia”, lo que desafió el complejo de seguridad regional que Estados Unidos tenía en mente.  

El sueño de “Abraham” no se hizo realidad

En la tercera década del siglo XXI hay señales de que el poder hegemónico de EE.UU. en una de las regiones más estratégicas del mundo, está en un serio declive. Algunos de los indicadores en esta región no han alcanzado los resultados deseados, y Estados Unidos e Israel continúan siendo considerados como las principales amenazas por parte de los pueblos y líderes de la región. El odio hacia EE.UU. en Asia Occidental está creciendo, y el Islam político, tras la Guerra del Golfo, está experimentando su segunda fase de expansión. Este problema obligó a EE.UU. a buscar modificar el sistema de seguridad de Asia Occidental, porque no puede detener ese proceso. En esta línea, el plan de paz de “Abraham” fue puesta en marcha por parte de Washington, para conducir este cambio hacia sus propios intereses. Todos los países árabes se opusieron oficialmente al establecimiento del régimen usurpador sionista. Aunque el régimen sionista y países como Egipto, Siria, Jordania, Irak y Líbano se habían confrontado en varias guerras, los países árabes más distantes jugaron un papel superficial en dichos conflictos militares. El Tratado de Paz egipcio-israelí, firmado en 1979, cambió significativamente las ecuaciones políticas de Asia Occidental. En los años siguientes, los esfuerzos de Estados Unidos y algunos países árabes, como Arabia Saudí, para establecer relaciones abiertas con Israel, no tuvieron éxito por diversas razones, hasta que, finalmente, en agosto de 2020, Israel y Emiratos Árabes Unidos, anunciaron el acuerdo de normalización de relaciones, bajo la mediación estadounidense. Un mes después, se firmó el ‘Acuerdo de Abraham’, al que se sumaron también Baréin y Sudán. Sin embargo, los avatares de los últimos años, tras la firma de los Acuerdos de Abraham —incluido el crecimiento de las tensiones entre Riad y Washington— podrían indicar que la normalización de las relaciones de los países árabes con Israel y el esclarecimiento de las posturas de los países árabes y no árabes —especialmente Turquía— hacia Israel, han creado una mayor convergencia y aceptación del Eje de la Resistencia entre la opinión pública en Asia Occidental. Una encuesta llevada a cabo por el Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP), indicó que el 68 por ciento de la opinión pública en Siria e Irak apoyan las acciones del Frente de la Resistencia en la región.

El análisis de muchos de los indicadores relacionados con la evolución del sistema de seguridad en Asia Occidental, muestra que los objetivos previstos en los Acuerdos de Abraham no se han cumplido por completo. Por ejemplo, el acercamiento de algunos países árabes al régimen sionista y la normalización de relaciones con Israel, es uno de los asuntos desfavorables para el Frente de la Resistencia en la última década. Luego de que se hicieron públicos los vínculos entre los Emiratos Árabes Unidos y Baréin con Israel, y la normalización de los líderes árabes con el régimen sionista bajo los Acuerdos de Abraham, se destacó aún más el papel clave de Irán en apoyo a Palestina, lo que fortaleció el Frente de la Resistencia y convirtió grupos como la Yihad Islámica Palestina en actores más activos.

El panorama general de Asia Occidental en los últimos años ha estado marcado por la presencia de dos principales actores: los defensores del cambio y los que buscan mantener el statu quo. Irán, como el eje del Frente de la Resistencia y líder del primer grupo, ha aprovechado las oportunidades como el vacío de poder, los desafíos de Estados Unidos y sus aliados en la región, y las nuevas oportunidades surgidas de la Primavera Árabe y la gestión de crisis en Irak y Siria, para redefinir el orden regional y el régimen de seguridad. Por otra parte, existe una coalición compuesta por actores como el régimen sionista, apoyado por EE.UU., y se observa actualmente la confrontación geopolítica e ideológica entre los dos grupos para influir en el orden regional y de seguridad en Asia Occidental.

El rostro de Asia Occidental está pintado con colores de la Resistencia

Dado que el cambio en los componentes geográficos, políticos y estratégicos en la política de defensa y seguridad de los países provoca cambios geopolíticos, el orden regional de Asia Occidental también entró en una nueva fase, con la invasión de Irak por parte de Estados Unidos en 2003. El surgimiento teórico de “Frente de la Resistencia” fue uno de los pilares de esta nueva realidad.

El Eje o el Frente de la Resistencia, se trata de una coalición popular no escrita creada entre movimientos y Estados en Irán, Siria, Irak, el Líbano, Yemen y Palestina, cuyo objetivo es luchar con Israel y el dominio de los países occidentales en Asia Occidental, y defender la liberación de Palestina. El término “Eje de la Resistencia” se utilizó por primera vez por un rotativo libio frente al término “eje del mal”, planteado en 2002 por el entonces presidente estadounidense, George W. Bush. Un artículo publicado en ese diario decía que los países a los que el presidente estadounidense los llama como el ‘eje del mal’ en Asia Occidental, son en realidad, miembros del ‘Eje de la Resistencia’, un bloque que lucha contra EE.UU. y su esfuerzo para dominar a otras naciones. Este Eje, resultado de la alianza entre Siria e Irán con el grupo Hezbolá en el Líbano, se ha expandido hoy en día e incluye a varios otros países.

La retirada de las tropas israelíes del sur de El Líbano en el año 2000 puede marcarse como la primera manifestación oficial del eje de la Resistencia en Asia Occidental. Hezbolá de El Líbano, emitió oficialmente, por primera vez, un comunicado militar el 6 de enero de 1984 con la firma de “Resistencia Islámica”. Desde 1982 hasta el 24 de mayo de 2000, “la Resistencia de Hezbolá” desarrolló y evolucionó la lucha armada contra Israel en el sur del Líbano. Hezbolá inició con acciones de martirio y operaciones guerrilleras, y luego desarrolló la lucha con complejas emboscadas a instalaciones y concentraciones de fuerzas israelíes. Israel dio el primer paso para retroceder del sur del Líbano en 1998. El gabinete israelí anunció en verano de ese año que no acepta la Resolución 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobada en 1978. El Gobierno libanés, a su vez, exigió la retirada sin condiciones del ejército israelí del sur del Líbano. En esta línea, las fuerzas de la Resistencia libanesa mataron al general de brigada Erez Gerstein, máximo responsable militar israelí en la franja ocupada del sur del Líbano, en un ataque con explosivos contra el vehículo en el que viajaba, llevado a cabo el 28 de febrero de 1999.

Las presiones militares que Israel sufrió en los frentes de guerra, así como el descontento de la opinión pública israelí, con la continuación del conflicto en el sur del Líbano, por un lado, y el aumento de la legitimidad internacional y regional de Hezbolá, por otro lado, obligaron al entonces gabinete del régimen sionista a aprobar, el 6 de marzo de 2000, el plan de retirada del ejército de las zonas meridionales del Líbano. Posteriormente, en abril del mismo año, el entonces primer ministro israelí, Ehud Barak, comunicó en una carta al secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, que el ejército israelí se retiraría unilateralmente del territorio libanés.

El surgimiento destacado del Frente de la Resistencia en los años posteriores a 2001 se remonta a las políticas de Estados Unidos para provocar cambios profundos en Asia Occidental, y los acontecimientos resultantes, como la guerra de Irak en 2003. En este contexto, mientras que en esa década se estaba creando un nuevo frente en Asia Occidental, compuesto por algunos países árabes conservadores, el Frente de la Resistencia también se presentó en su nueva forma, centrado en la República Islámica de Irán, y con la participación del gobierno sirio y los movimientos de la Resistencia en Líbano y Palestina. La ‘Guerra de los 33 Días’ del Líbano en 2006, y la ‘Guerra de los 22 Días’ en Gaza en 2008 con Israel, sirvieron de la primera experiencia militar y de seguridad del Frente de la Resistencia en su nueva forma. Por otro lado, el mundo árabe vivió en 2011 una ola de tensiones y anarquías en diferentes países. El caos empezó de Túnez y se extendió rápidamente a otros Estados árabes, como Egipto, Baréin, Yemen, Siria y Libia. Esta ola de protestas fue reprimida y gestionada en Baréin con la intervención militar de Arabia Saudí; en Egipto, a través de un golpe de Estado, y en Arabia Saudí y Jordania, mediante herramientas financieras y de seguridad. Sin embargo, las protestas en Siria, Libia y Yemen, condujeron a una guerra civil con la intervención militar directa e indirecta de Occidente. Esta coyuntura, en Libia, terminó con el cambio del sistema político en este país, pero, en Siria, la situación se desarrolló de manera diferente. El pueblo sirio y su Gobierno, que desde el principio jugaron un papel clave en el apoyo a la causa palestina, y durante años, el Gobierno de Bashar al-Asad había apoyado, de diversas maneras, a la Resistencia palestina, contrarrestaron la conspiración de la intervención militar estadounidense-israelí en el país, y lograron la victoria. Y de esta manera, siguieron siendo un respaldo para la resistencia anti-israelí en Palestina y Líbano.

El fin no oficial de la guerra en Yemen, con el acuerdo de paz entre Irán y Arabia Saudí, y el enfrentamiento con los grupos terroristas que anteriormente contaban con el apoyo de algunos países de la región, son indicios del surgimiento de un nuevo orden de seguridad en la región. En este nuevo orden, Israel sigue siendo considerado una amenaza para la seguridad de muchos países.

Este hecho ha llevado a un cambio en el patrón de influencia del poder hegemónico en la región. Según la escuela de Copenhague, diferentes regiones del mundo han experimentado distintos patrones de influencia del poder hegemónico, y Asia Occidental es una de las regiones donde ambas potencias mundiales han intentado ejercer su influencia, dedicando parte de sus recursos nacionales a ello. Sin embargo, gradualmente, la actuación del Frente de la Resistencia ha llevado a la formación de un nuevo sistema de seguridad, en el que el poder hegemónico ya no es el principal factor influyente en la seguridad regional.