JUNTO A LA PURIFICADA TUMBA DEL DIFUNTO IMAM JOMEINÍ (1)

En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso

Al-hamdu li-l-Lahi Rabbi-l-Alamín, wa-s-salatu wa-s-salamu ala sayídina wa nabíyina wa habibi qulúbina wa tabibi nufúsina Abi-l-Qásimi-l-Mústafa Muhámmad wa ala álihi-l-atyabina-l-atharina-l-muntayabín, al-hudati-l-mahdiyina-l-maasumina-l-mukarramín, sáyama Baqíati-l-Lahi fi-l-Ardain (2).

Antes de decir nada, envío mis saludos al espíritu purificado del gran imam [Jomeiní], y en estos días de devoción, de atención y de recuerdo de Dios, pido al Altísimo que eleve su rango espiritual. Mañana es el Día de Árafa; es la primavera de la plegaria, primavera de humildad, de atención a Dios y de búsqueda de intercesión. Esta oportunidad debemos aprovecharla todos nosotros, Dios mediante. Les digo, en particular, que aprovechen al máximo la oportunidad del Día de Árafa a los jóvenes; que recen, que pidan intercesión, que presenten a Dios Altísimo sus deseos, sus necesidades, sus metas, y Le pidan ayuda, Le pidan guía. Recomiendo en especial a los jóvenes que, además de la súplica del imam Husain en el día de Árafa, que es una plegaria profundamente emotiva y apasionada, recen también la plegaria del imam Sayad (la paz sea con él), que es la cuadragésimo séptima plegaria del Sahifa al-Sayadiya. Ciertamente es una oración extensa, pero recen tanto como su estado espiritual les permita; no es necesario recitarla completa si no se tiene el tiempo, la disposición o la oportunidad.

Lo que he preparado para hoy y quisiera exponerles son unas palabras sobre el difunto ilustre imam [Jomeiní], seguidas de un breve comentario sobre una cuestión de importancia nacional, cuyo conocimiento, Dios mediante, será útil a la gente. Quisiera comenzar señalando que nuestro sistema político —un sistema que, gracias a Dios, goza de crecimiento, de estabilidad y de poder— surgió y nació de una Revolución grandiosa. El líder de aquella Revolución, su creador, el arquitecto del sistema islámico resultante, fue un gran hombre cuya presencia en el mundo sigue siendo palpable aún más de tres décadas después de su partida; cuyo inmenso impacto, el impacto de su Revolución, puede verse claramente en el mundo actual: el orden internacional multipolar mundial lleva la impronta de su Revolución; lleva la impronta de su Revolución el declive de las grandes potencias; lleva la impronta de su Revolución la drástica caída del poder e influencia de Estados Unidos en el mundo; lleva la impronta de su Revolución el odio generalizado al sionismo, que es evidente hoy a escala global, y la lleva la claridad con la que muchas naciones, y en particular sus juventudes, rechazan los valores occidentales, como se ve hoy. Hoy, en el mundo occidental, en Europa e incluso en Estados Unidos y en los países que dependen de ellos, uno ve un movimiento de repulsa a los valores occidentales. Sin duda, la Revolución de nuestro gran imam [Jomeiní] y del pueblo de Irán ha dejado una impronta considerable en todas esas cosas, las ha influenciado. Fue nuestro imam [Jomeiní] quien, con la ayuda de la gente, hizo posible una Revolución semejante.

La Revolución Islámica de Irán tomó por sorpresa al mundo occidental. ¡Los agarró desprevenidos! No lo vieron venir; no podían imaginar que un hombre, un ulema solo, sin medios ni recursos financieros dignos de consideración lograra movilizar a toda una nación. En Occidente, nadie lo previó; nadie lo imaginaba. No previeron que este pueblo pudiera, guiado por un erudito religioso y con las manos vacías, derrotar al régimen armado hasta los dientes que gobernaba Irán; un régimen al que, además, respaldaban todas las potencias mundiales, tanto del Este como del Oeste. No pensaron que fuera a derrocar aquel régimen. No pensaron que aquella Revolución y aquel imam [Jomeiní] lograran expulsar a aquellos estadounidenses y sionistas que durante años se habían acomodado en Irán y controlaban todo, barriéndolos por completo del país sin dejar rastro.

Su siguiente sorpresa fue la formación de la República Islámica. Si después de la Revolución hubiera llegado al poder un gobierno contemporizador —como parecía al principio, cuando se vieron indicios de que podía tomar el poder un gobierno dispuesto a ceder ante Occidente—, los occidentales habrían albergado esperanzas de recuperar su influencia en Irán y asegurar sus espurios intereses en este país. Sin embargo, el imam [Jomeiní] dejó clara sus claras y firmes posiciones al establecer un sistema islámico; el imam [Jomeiní] proclamó —tanto de palabra como con sus actos— que el sistema surgido de aquella Revolución sería un sistema islámico; sería un sistema religioso. A partir de ahí, comenzaron las confabulaciones: una vez que Occidente advirtió hacia dónde se dirigía la Revolución, hacia dónde avanzaba el pueblo iraní, comenzaron las confabulaciones de los enemigos, sus maquinaciones destructivas, sus devastadoras maquinaciones contra nuestro querido país y contra nuestra nación.

Un servidor no tiene conocimiento de ninguna otra revolución en el mundo, en la historia de estos dos o tres siglos de revoluciones, que haya estado expuesta a tal nivel de conspiraciones, hostilidad y maquinaciones por parte de sus enemigos. Observen ustedes y vean, a partir del comienzo de la Revolución, desde la incitación de conflictos étnicos, instigando a grupos étnicos, hasta el suministro de armas a los grupos de izquierdas —en Irán había algún que otro grupo izquierdista y ellos los armaron y los infiltraron en la universidad y otros lugares, listos para actuar contra el sistema—. O la provocación y el apoyo a un lobo sanguinario como Saddam Husein, a quien instigaron, presionaron y alentaron para que atacara nuestras fronteras; o los asesinatos selectivos —el asesinato del mártir Motahharí, el del mártir Beheshtí, el del mártir Mofatteh, el del mártir Rayaí, el de los Mártires del Mihrab (3), continuando hasta llegar a los asesinatos de los científicos nucleares y de los jóvenes activistas revolucionarios. Miren ustedes, todo eso forma parte de un conjunto de maquinaciones contra el sistema surgido de la Revolución en Irán. Y luego, los embargos generalizados; y luego, los ataques directos, como el ataque de Tabás —el ataque de los estadounidenses en Tabás, con aquel célebre y milagroso incidente (4)—, o el ataque al avión de pasajeros, con el derribo del avión (5), y otras acciones de ese tipo. Esas agresiones contra el sistema surgido de la Revolución Islámica comenzaron desde el comienzo de la Revolución y, por supuesto, continúan hasta hoy. A mi juicio, tal variedad de maquinaciones y complots no tienen precedente, por su diversidad, su intensidad y la malignidad que comportan, en ninguna de esas revoluciones conocidas del mundo.

¿Quién urdió esas conspiraciones? A veces sucede que grupos terroristas hagan algo, pero en Irán no era así: esas conspiraciones, esas maquinaciones, esas vilezas eran ejecutadas por los gobiernos arrogantes —principalmente, por Estados Unidos y el sionismo— y por organismos de inteligencia célebres en el mundo como la CIA, que es de Estados Unidos; como el MI6, que es de Inglaterra, o el Mosad, que es del régimen sionista.

Ante todas esas conspiraciones, maquinaciones y hostilidades, el sistema islámico, la República Islámica aguantó y las neutralizó. Si las contáramos, quizás superarían el millar de complots que la República Islámica frustró, y a algunos de los cuales dio además respuesta. Lo importante es que ellos ejecutaron esas confabulaciones para debilitar a la República Islámica, pero esta no solo no se debilitó, sino que día a día ha incrementado sus capacidades y poder; y no solo dentro del país, sino que las capacidades diversas de la República Islámica se fortalecieron incluso en el exterior. Y yo quiero dirigirme aquí al pueblo de Irán y a todos aquellos que simpatizan con las cuestiones de Irán, para que sepan que, con la ayuda de Dios, incrementaremos todo lo que podamos nuestro poderío nacional en todos los aspectos.

Quisiera señalar ahora un punto necesario, tras lo cual abordaré mi idea principal, y ese punto es que, en todo el mundo, los levantamientos sociales mundo suelen gestarse impulsados por las emociones; las emociones ayudan a que los levantamientos sociales se desarrollen y triunfen. Incluso si detrás de esas emociones hay un pensamiento y una racionalidad, esa base racional suele diluirse entre las opiniones e interpretaciones surgidas de ese fervor emocional; se diluye. Muy a menudo, las emociones eclipsan los objetivos racionales de las revoluciones. ¿Con qué resultado? Pues el resultado es que, cuando las emociones se calman, cambia el rumbo del movimiento revolucionario, al perderse o difuminarse aquella racionalidad subyacente. La historia ofrece múltiples ejemplos: por ejemplo, la Revolución francesa tuvo lugar en el siglo XVIII para luchar contra el poder monárquico de una dinastía —los Borbones—, pero tras el triunfo de la Revolución —e incluso después de que mataran al rey y a su mujer—, distintas pasiones dominaron de tal modo el ambiente público que a la gente se le olvidó para qué se había alzado, por qué combatían, para qué se habían movilizado. Después de unos quince años, se instauró en Francia el poder monárquico de Napoleón, y tras su caída regresaron los mismos contra los que se había alzado la Revolución, y la Francia que había combatido la monarquía vivió en monarquía durante setenta u ochenta años. En otras palabras, los fundamentos racionales que había tras aquel alzamiento o revolución se perdieron por completo, desaparecieron. Esto lo vemos casi en todas, o en la mayoría de las revoluciones del mundo.

Lo que quiero decir fundamentalmente es que el imam [Jomeiní] preservó e inmunizó la Revolución Islámica frente a esa destructiva lacra. Con una prudencia de inspiración divina y una racionalidad surgida de la fe en Dios y en el más allá, obró de modo que esa lacra no se cebara en la Revolución Islámica; él hizo que las emociones —por supuesto, en nuestra Revolución hubo también muchas emociones— no pudieran alterar el rumbo original y correcto de los comienzos de la Revolución y del movimiento de la gente, ni apartar a la gente de ese camino.

¿Qué hizo el imam [Jomeiní]? Fueron dos los pilares fundamentales en los que se manifestó la racionalidad del imam [Jomeiní], aquella racionalidad que permitió que pudiera realizar aquella tarea: uno, el Velayat-e faqih [«tutela del jurisconsulto»]; y otro, la independencia nacional. Yo presento con el término independencia nacional la misma idea que había en la bendita mente del imam [Jomeiní] y que se repetía en sus palabras. Cuando lo pienso, veo que no hay ninguna expresión más adecuada para ello que independencia nacional.

Sobre la tutela del jurisconsulto se han dado muchas explicaciones y yo no quiero entrar en ello. La tutela del jurisconsulto preservó el aspecto religioso de esta Revolución. De no ser por la tutela del jurisconsulto, esta Revolución que se produjo con una motivación religiosa y con una abnegación surgida de la fe en Dios, se hubiera desviado del camino de la religión. Por lo tanto, el primer pilar fue la tutela del jurisconsulto. Esa es la racionalidad del gran imam [Jomeiní]; una racionalidad que está detrás de este movimiento público del pueblo y lo impulsa y guía. No diré más sobre la tutela del jurisconsulto.

El segundo pilar es la independencia nacional. Muchos de los ejes centrales que se repiten en los discursos del imam [Jomeiní], en los que él insistió repetidamente, se engloban en la categoría de la independencia nacional. Por supuesto, independencia no significa cortar relaciones con el entorno o con el mundo. Que no tergiversen algunos diciendo que nos hemos aislado; no, en absoluto. Independencia no significa no tener relaciones con nadie. Lo que significa independencia es que el país de Irán, el pueblo de Irán se valga por sí mismo, sin depender de unos u otros, conforme a su propio discernimiento, decidiendo por sí mismo, actuando por sí mismo. Ese es el significado de independencia nacional; eso es lo que quiere decir independencia; no esperar la luz verde de Estados Unidos o similares, ni preocuparse por su luz roja. Al pueblo iraní corresponde juzgar, corresponde decidir y corresponde actuar allá donde sea necesario. Que otros, las potencias, Estados Unidos o quien sea esté a favor o en contra no tiene importancia. Eso es lo que significa independencia.

Bien, hemos dicho que los ejes recurrentes en el discurso del imam [Jomeiní] se engloban en esa categoría de la independencia nacional. Quisiera señalar algunos de ellos: uno de esos ejes es el principio de nosotros podemos. El imam [Jomeiní] nos enseñó a decir y creer que podemos. En el régimen anterior, decían y nos habían hecho creer que nosotros no podemos, que nosotros no éramos capaces, que tenían que hacerlo otros por nosotros. El imam [Jomeiní] introdujo en la identidad nacional del pueblo de Irán lo totalmente opuesto: Nosotros podemos. Revitalizó la autoestima en el pueblo y en su juventud. Y yo diría incluso aquí que ese nosotros podemos es tan importante que hay maquinaciones para rebatirlo. Ahora, en estos últimos sucesos del expediente nuclear, con los diálogos que hay en torno a la cuestión nuclear por mediación de Omán, el plan que han presentado los estadounidenses es cien por cien contrario al nosotros podemos. El imam [Jomeiní] revivió la confianza en sí mismos de nuestros jóvenes, de nuestros políticos. Dijeron «podemos», y nosotros lo experimentamos, vimos que sí, que podíamos. Estos avances científicos, estos avances tecnológicos, estas capacidades defensivas, estas grandes obras de construcción del país que han realizado los gobiernos a lo largo de estos años eran todo ello cosas que nosotros no creíamos posibles. Y lo decían, que «no se puede». Pero probamos y vimos que no era así, que el pueblo iraní sí puede, que podemos. Este es uno de los ejes clave y un principio fundamental de la independencia nacional que se repite en los discursos del imam [Jomeiní].

El siguiente principio es el de la Resistencia. Resistencia significa no doblegarse ante la voluntad de las grandes potencias. Si alguien cree en algo, cree que algo es necesario o considera algo prohibido, tiene que actuar según su convicción y no someterse a la voluntad del enemigo, a sus imposiciones, a sus coacciones. Eso significa Resistencia. De modo que uno de los componentes de la independencia nacional es la Resistencia.

Otro eje es el fortalecimiento del poder defensivo del país. Al comienzo de la Revolución, no teníamos capacidades defensivas, y nuestra producción en ese ámbito era tan insignificante que se aproximaba a cero; lo poco que producíamos equivalía a cero. El imam [Jomeiní] nos enseñó que debíamos fortalecer nuestro poder defensivo. Una vez, yo fui a ver al imam [Jomeiní] y lo informé de que nuestros jóvenes estaban produciendo un misil antitanque con tal y cual capacidad, y de que habían fijado un plazo para completarlo. Cuando le conté que habían dicho que lo terminarían en ese plazo, el imam [Jomeiní] se alegró tanto que rara vez vi en su rostro semejante alegría. Él nos animaba a fortalecer nuestro poder defensivo. ¿Y cuál ha sido el resultado? El resultado es que hoy los evaluadores extranjeros de potencia defensiva juzgan que, en esta región, en tal ámbito, Irán ocupa la primera posición; o se asombran de que, a pesar de los embargos, Irán pueda lanzar satélites al espacio, por ejemplo, entre otros logros. Ahí está el resultado de esas capacidades relacionadas con el poder defensivo, que es también uno de los ejes centrales en las enseñanzas del imam [Jomeiní].

Un eje más es el del principio de explicación. El imam [Jomeiní] creía en la explicación, en poner a la gente al corriente, en un lenguaje apropiado, de las cuestiones que debe conocer. El propio imam [Jomeiní] habló a la gente, estuvo esclareciendo a la gente desde el inicio del movimiento, a partir del año 1963, hasta el último año de su vida. De hecho, esos escritos del gran imam [Jomeiní] en el último año de su bendita vida se cuentan entre sus mejores textos: dirigidos a la gente, dirigidos a los seminarios islámicos, a los estudiantes de ciencias religiosas y los ulemas, a los universitarios y a los demás. Cabe decirles que, cuando el imam [Jomeiní] explicaba, sus explicaciones no iban dirigidas solo a conmover los sentimientos; además de guiar las emociones, argumentaba y convencía a los intelectos. Convencía a los intelectos. Hablaba tanto a los corazones como a los cerebros; esa era su capacidad de explicar. Así, la explicación es también una de las cosas que entran dentro de la categoría de independencia nacional de nuestro país, pilar fundamental de la labor del imam [Jomeiní].

Otro principio es el de la perseverancia. La perseverancia es distinta de la Resistencia que hemos mencionado ya. Perseverancia significa no abandonar el camino, mantenerse en la senda recta, persistir y dar continuidad; ese es el significado de perseverancia.

La independencia nacional es un conjunto de esos principios y algunos otros. El imam [Jomeiní] los introdujo en la identidad del pueblo iraní y familiarizó a la gente con ellos; familiarizó con ellos sus corazones, sus mentes, a los jóvenes.

Hoy, nuestros jóvenes conocen bien nociones como la confianza en uno mismo o el nosotros podemos, la Resistencia, la persistencia en el camino; sus mentes y corazones los han asimilado. Eso es algo que hizo el gran imam [Jomeiní], y por eso la identidad de la Revolución se ha preservado. Esa es la racionalidad que permitió al imam [Jomeiní] preservar la Revolución Islámica y el sistema surgido de ella en la misma línea con la que fueron concebidos desde el principio.

Hoy, a veces vemos que en algunos discursos se habla de racionalidad, se hace mención de la racionalidad, y a lo que se refieren hablando de racionalidad es que vayamos a agachar la cerviz ante Estados Unidos. ¡Y dicen que eso es racionalidad! Lo que pretenden es que nos rindamos a una potencia opresora, ¡y eso lo llaman racionalidad! Eso no es racionalidad; racionalidad es la del imam [Jomeiní], aquella que impulsó a esta nación, que fortaleció a este pueblo, que lo hizo poderoso, le dio dignidad ante el mundo, lo consolidó y le abrió un futuro luminoso. Dios mediante, con la guía de la racionalidad fundada por el imam [Jomeiní], el país podrá avanzar, obtener seguridad duradera, lograr bienestar general y elevar su posición en el ámbito internacional por encima de donde está. Y esto, sobre la cuestión del imam [Jomeiní].

Y ahora, la explicación sobre ese asunto nacional: la cuestión nuclear. Hay algunas palabras que debo decir sobre la cuestión nuclear para conocimiento del pueblo iraní. ¡Queridos míos! Irán, gracias al ingenio de sus jóvenes, gracias al empeño de sus científicos y con enormes esfuerzos, logró hacerse poseedor del ciclo completo del combustible nuclear. En otras palabras, nosotros somos hoy capaces de producir el combustible nuclear, desde la mina hasta la propia planta de energía, y seguir adelante. Esto es algo que han realizado nuestros jóvenes, que han realizado nuestros científicos. En todo el mundo, el número de países que poseen esta capacidad acaso no llegue al de los dedos de ambas manos. Pues eso ha conseguido la nación iraní.

Permítanme, en primer lugar, señalarles un punto: la industria nuclear no es solo para la energía. Algunos imaginan que la industria nuclear es solo para obtener electricidad limpia —y por supuesto, también es para eso—. Energía limpia y barata; eso se obtiene de la industria nuclear, pero no es solo eso. Esa es solo una parte de los beneficios de la industria nuclear.  La industria nuclear es una industria matriz; una industria matriz. Esto nos lo han explicado expertos, científicos y personas del oficio, y yo espero que también den más explicaciones a la gente.

Son múltiples los campos científicos que reciben influencia de la industria nuclear; múltiples campos científicos, incluidas sensibles tecnologías de precisión como las de los equipos médicos, el ámbito aeroespacial, sensores de precisión, electrónica… Todo eso está relacionado, es influenciado por la industria nuclear. Eso incluye ciencias básicas e ingenierías como la física nuclear, la ingeniería energética, la ingeniería de materiales; incluye aplicaciones médicas y farmacológicas, tanto para diagnóstico como para tratamiento; todo ello, influenciado por la industria nuclear. En la cura de ciertas enfermedades complicadas, es la industria nuclear la que marca la pauta; tanto para diagnóstico, como para tratamiento. Incluye industrias relacionadas con la agricultura e industrias relacionadas con el medio ambiente. Son numerosos casos de este tipo, que o bien dependen de la industria nuclear, o bien reciben influencia de ella. La industria nuclear es una industria matriz, una industria fundamental.

Pues bien, en la industria nuclear hay un aspecto que es clave, y ese aspecto es el enriquecimiento; el enriquecimiento de uranio; y es precisamente en ese enriquecimiento de uranio en lo que nuestros enemigos se han focalizado, donde han puesto el dedo. Ahora bien, la industria nuclear con toda su grandeza, si le falta la capacidad de enriquecimiento, es algo inservible, ya que para el combustible de nuestras centrales eléctricas tendríamos que extender la mano hacia otros [para pedírselo]. Eso es como si ustedes tuvieran petróleo en su país, ¡pero no tuviesen derecho a construir refinerías y producir gasolina! Como si tuvieran petróleo, pero hubiesen de comprar la gasolina a otro. Y ese país, si quiere, se la vende, al precio que ellos quieran; y si no quiere, no se la vende. Pone alguna excusa y no la vende: «Haz tal cosa, o no te doy gasolina». Ese es su objetivo.

Si nosotros tuviéramos cien centrales nucleares, pero nos faltase el enriquecimiento, no nos servirían de nada; porque una central nuclear necesita combustible, y si no podemos producir ese combustible dentro del país, tendremos que extender la mano hacia Estados Unidos, y ellos quizá pongan diez condiciones para darnos el combustible. De hecho, eso ya lo experimentamos. En la década de los años 2000, a propósito del combustible al veinte por cien, el presidente de Estados Unidos (6) hizo personalmente que mediaran dos de nuestros presidentes amigos para le dijeran a Irán que este les diera a ellos una parte de su uranio enriquecido al tres y medio por ciento, y ellos le darían el uranio al veinte por ciento que necesitaba. Nosotros necesitábamos el veinte por cien, los responsables aceptaron y se acordó el intercambio. Un servidor dijo que el intercambio debía hacerse de este modo: que ellos trajeran el veinte por cien a Bandar Abbás, nosotros lo verificaríamos para asegurarnos de que estaba bien, luego lo tomaríamos y les entregaríamos el tres y medio por cien. Cuando vieron que éramos minuciosos e insistíamos en recibir el veinte por cien, rompieron su promesa ¡y no lo entregaron! Claro que, durante aquel mismo tiempo, a la vez que nuestros responsables estaban ocupados en aquellas disputas políticas, nuestros científicos lograron producir el veinte por ciento por sí mismos dentro del país.

Lo primero que dicen los estadounidenses es: «Ustedes no tengan industria nuclear en absoluto»; que Irán no tenga industria nuclear, que necesite de ellos para los radiofármacos, que necesite de ellos para la energía, que necesite de ellos para las plantas desalinizadoras, que dependa de ellos en decenas de campos cruciales y, en definitiva, carezca de industria nuclear. Miles de científicos e investigadores formados en Irán —hoy tenemos miles de jóvenes científicos expertos en asuntos nucleares y afines, formados durante estos últimos años—; tendríamos que desilusionarlos a todos ellos, privarlos de empleo, sumirlos en la desesperanza sobre el futuro de nuestro país. Eso quieren los estadounidenses, eso es lo que demandan. Esa demanda repiten en múltiples formas los maleducados y descarados dirigentes de Estados Unidos. Están en contra del progreso de Irán; están en contra de la autosuficiencia de nuestra nación.

He dicho esto para que nuestro amado pueblo esté hasta cierto punto al corriente de la cuestión, si bien deben explicársela más. Nuestra respuesta a los desatinos del bullicioso e inepto gobierno de Estados Unidos está clara. Está claro qué respuesta vamos a dar. Un día, hace de esto ya unos años, un presidente de Estados Unidos (7) dijo: «Si pudiera, desarmaría tornillo a tornillo la industria nuclear iraní y la desmantelaría». Ahora bien, aquel admitió que no podía y, desde aquel día, los tornillos de nuestra industria nuclear se han ajustado con muchísima más fuerza. Reconoció que no podía desatornillarlos: «No puedo», dijo, «si pudiera, lo haría». Pues estos que están hoy en el poder —los sionistas y los estadounidenses—, que sepan estos también que no pueden; que, en este terreno, no pueden hacer absolutamente nada.

Ahora bien, antes de llegar a esas consideraciones, antes de esas explicaciones, lo primero sobre la cuestión nuclear que nosotros decimos a las partes estadounidenses y demás es: ¿Ustedes quiénes se creen que son? ¿Por qué se entrometen en si Irán debe enriquecer o no? ¿Qué les importa? Ustedes disponen de medios atómicos, tienen bombas atómicas, tienen ustedes la capacidad de crear una gran devastación a nivel mundial… ¿Qué les importa si Irán enriquece o no? ¿Si tiene industria nuclear o no la tiene? Esta es una nación cuyo destino está en sus propias manos; no es asunto suyo. ¿Quiénes son ustedes? ¿Desde qué posición jurídica dicen ustedes esas cosas? Eso es asunto nuestro. Y esto, en cuanto a la cuestión nuclear.

Mis últimas palabras son sobre los sobrecogedores crímenes del régimen sionista en Gaza; es algo realmente sobrecogedor. Uno no podía creer que esa gente tuviera planes tan criminales. Miren ustedes, estos antes lanzaban una bomba y destruían una o dos casas, y quizá alcanzaban el martirio diez o quince personas; pues les pareció que no, que era poco. ¿Y qué hacen? Pues ahora crean un centro que llaman «de distribución de alimentos» —ya que a Gaza no entran productos de alimentación—, la gente se abalanza para conseguir allá comida, y ellos, con una ametralladora, ¡eliminan a diez veces más que antes con las bombas! Matar gente les salía caro, y lo han abaratado. Tenían que gastar bombas, y ahora gastan balas. Es sobrecogedor, realmente lo deja a uno perplejo lo vil, pérfido, cruel y malvado que puede ser un ser humano para ser capaz de algo así. Eso sí, Estados Unidos también es cómplice en ese crimen; las manos de Estados Unidos están manchadas con esos crímenes. Es por ese mismo motivo que nosotros hemos dicho, hemos repetido e insistimos en ello: Estados Unidos debe abandonar esta región.

Quisiera decir también unas palabras a los gobiernos islámicos. Hoy, los gobiernos islámicos tienen graves responsabilidades. Quiero decirles claramente a los gobiernos que este no es momento para lisonjas, para contemplaciones ni para neutralidades; este no es el momento de permanecer callados. Si alguno de los gobiernos islámicos, en la forma y con la excusa que sea, apoya al régimen sionista —ya sea normalizando relaciones, cerrando el paso a la ayuda a Palestina o justificando los crímenes de los sionistas—, que tenga la certeza de que llevará por siempre sobre la frente la mancha de la ignominia. Por supuesto, están las cuentas en el otro mundo; está el Día del Juicio y está la retribución divina, que es muy severa, muy penosa —no podrán responder ante Dios—, pero no está solo la retribución en la otra vida. En este mundo, los pueblos no olvidarán este crimen. Y los gobiernos deben saber que a ningún gobierno le traerá seguridad apoyarse en el régimen sionista; no pueden obtener la seguridad apoyándose en el régimen sionista, porque el régimen sionista, por firme decreto divino, está colapsando y, Dios mediante, no durará mucho.

¡Oh Dios! ¡Acrecienta día a día Tus favores sobre el pueblo de Irán! ¡Aplasta y humilla a los enemigos del pueblo de Irán! ¡Oh Dios! ¡Haz realidad en el pueblo iraní las elevadas metas e ideales del gran imam [Jomeiní]! ¡Haz que el sagrado corazón del Imán de la Época (por él demos la vida) esté satisfecho de nosotros, del pueblo iraní, de todos sus servidores! ¡Eleva el purificado espíritu del gran imam [Jomeiní] a los más altos grados de los bienaventurados en Tu Paraíso!

Con ustedes la paz, la misericordia de Dios y Sus bendiciones.

Notas

(1) Al comienzo de este acto, celebrado junto a la purificada tumba del imam Jomeiní (que en paz descanse), pronunció unas palabras el hoyatoleslam Seyed Hasán Jomeiní, custodio del santuario del imam.

(2) Alabado sea Dios, Señor de los Mundos, y que la paz y las bendiciones sean con nuestro maestro y profeta, amado de nuestros corazones, sanador de nuestras almas, Abulqásim al-Mústafa Muhammad, y con su familia, los más excelsos, los más puros, los elegidos, guía de bien guiados, inmaculados y honrados, y especialmente con el Imam de la Época.

(3) Los ayatolás Seyed Asadolá Madaní, Seyed Mohammad Alí Qazí Tabatabaí, Seyed Abdolhosein Dastgueib, Mohammad Saduqí y Ataolá Ashrafí Esfahaní.

(4) En la madrugada del 25 de abril de 1980, el gobierno estadounidense inició una operación militar bajo la supervisión del entonces presidente Jimmy Carter con el objetivo de liberar a sus espías en Irán. En el transcurso de la operación, seis aviones y seis helicópteros estadounidenses penetraron durante la noche en territorio iraní y aterrizaron en el desierto de Tabas para reabastecerse de combustible. Sin embargo, al despegar las aeronaves, se desató una tormenta de arena que provocó la colisión entre un avión y un helicóptero, los cuales quedaron reducidos a cenizas junto con varios militares estadounidenses. Ante esto, los estadounidenses abandonaron los helicópteros restantes y huyeron de Tabas en los aviones restantes, marcando así el fracaso de la operación.

(5) El 3 de julio de 1988, un avión de pasajeros de la República Islámica de Irán que viajaba de Bandar Abbás a Dubái fue alcanzado en el golfo Pérsico por un misil del buque de guerra estadounidense Vincennes, con lo que alcanzaron el martirio 290 pasajeros, incluidos 66 niños y 53 mujeres. Poco después, el gobierno estadounidense condecoró al capitán del Vincennes, William Rogers, ¡con una medalla al valor!

(6) George W. Bush.

(7) Barack Obama.